Comentario al Evangelio del Martes 3 de Diciembre de 2024

Fecha

03 Dic 2024

Queridos amigos y amigas:

En el inicio del Adviento, las lecturas de Isaías y el Evangelio de Lucas nos invitan a contemplar con asombro y esperanza la obra de Dios que se despliega en la historia, preparando nuestros corazones para recibir a Cristo como el renuevo que transforma la humanidad y la creación entera.

En la primera lectura, Isaías (11, 1-10) describe un cuadro lleno de esperanza: un renuevo brota del tronco de Jesé, símbolo de una nueva vida que surge en medio de una aparente esterilidad. Este renuevo, que es Cristo, viene lleno del Espíritu del Señor, con dones que renuevan y transforman: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia y temor del Señor. Este mensaje resuena con fuerza al inicio del Año jubilar, tiempo de gracia especial en el que somos llamados a redescubrir la presencia del Espíritu en nuestras vidas y a renovar nuestra fe en Aquel que viene a hacer nuevas todas las cosas.

El texto de Isaías nos presenta también un mundo reconciliado, donde los opuestos conviven en paz: el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito. Es una visión de la plenitud del Reino de Dios, donde la justicia y la paz se abrazan. Esta imagen nos desafía a trabajar en nuestro presente como constructores de esa paz, permitiendo que la justicia sea el “ceñidor de nuestra cintura” y la lealtad el “cinturón de nuestras caderas”. Este tiempo de Adviento y jubileo nos invita a transformar nuestras relaciones, comunidades y estructuras en espacios donde la paz de Cristo pueda reinar.

Por su parte, el Evangelio de Lucas (10, 21-24) nos sitúa ante la gratitud y la alegría de Jesús, quien alaba al Padre por revelar los misterios del Reino a los pequeños. En esta escena, encontramos el corazón del Adviento: la invitación a ser pequeños, a reconocer nuestra dependencia de Dios y a abrirnos con humildad a la revelación de su amor. El Año jubilar que estamos por comenzar nos llama a una espiritualidad de la gratitud, a redescubrir las maravillas de Dios en nuestra vida cotidiana y en los signos de los tiempos para convertirnos en signos de esperanza.

Jesús exclama: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!” Este privilegio de los discípulos se extiende hoy a nosotros. En Adviento, contemplamos el misterio de la encarnación y nos preparamos para experimentar la cercanía de Dios, que no se queda lejos, sino que entra en nuestra historia para redimirnos y llenarnos de alegría.

Desde la clave del Adviento y del Año jubilar, estas lecturas nos interpelan: ¿estamos dejando que el Espíritu transforme nuestra vida? ¿Reconocemos a Cristo como el renuevo que da esperanza en medio de nuestras realidades más secas y estériles? ¿Nos acercamos al misterio con la humildad de los pequeños, agradeciendo la obra de Dios en nosotros?

Fraternalmente,

Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com

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