Comentario al Evangelio del martes, 5 de marzo de 2024

Fecha

05 Mar 2024
Finalizdo!
Fernando Torres, cmf

A veces nos planteamos la conversión de la que tanto se habla en la Cuaresma como si fuese un aumento continuo de rosarios, misas, meditaciones y ejercicios espirituales. Y todo eso está bien. Casi seguro que nos hace falta. Mucha falta. Pero es nada si esos ejercicios piadosos (ya sé que la misa es mucho más que un ejercicio piadoso aunque a veces en nuestra forma de participar/asistir a ella no pase de eso) no terminan donde tienen que terminar: en el trabajo por el reino, por la justicia (que no es dar a cada uno lo suyo –lo que tiene en un título de propiedad– sino en dar a cada uno lo que exige su dignidad de hijo o hija de Dios, que no otra cosa es la justicia en la Biblia), por la fraternidad.

El evangelio de hoy nos plantea el tema del perdón. Que si hay que perdonar siete veces, o setenta o setenta veces siete (es decir, cuatrocientas noventa veces). La respuesta de Jesús va con ironía e historia. Frente al que mide las veces que hay que perdonar (Pedro en este caso que seguramente era el vocero/representante de los demás discípulos y que, como ellos, se enteraba más bien de poco), Jesús plantea una historia de un perdón imposible.

Porque imposible es la comparación entre los 10.000 talentos y los 100 denarios. Basta con mirar en internet para enterarnos que los 100 denarios al cambio actual serían aproximadamente 300 euros. Y que los 10.000 talentos también al cambio actual serían aproximadamente 65.000.000 de euros. Posiblemente los cambios aplicados sean discutibles pero la proporción la vemos todos con facilidad.

La historia va del señor que perdona los 10.000 talentos y del perdonado que no es capaz de perdonar una miseria de 100 denarios. La generosidad del señor de la parábola se ve comparada con la miseria, racanería, tacañería, del que no es capaz de perdonar esos pocos denarios. La historia va de decirnos que Dios es el señor que perdona los 10.000 talentos y que, si nosotros queremos parecernos a él, lo mejor que podemos hacer es empezar a ser generosos. Porque solo con el perdón y la misericordia se construye la fraternidad. Todo lo que no esté en esa órbita rompe la fraternidad y crea rencor, división… Y nada de eso ayuda a construir el Reino. Pues, ¡hale!, a perdonar, que lo demás es perder el tiempo y abrir heridas inútiles.

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