Comentario al Evangelio del martes, 7 de junio de 2022
CR
Queridos hermanos y hermanas:
Hace unos meses, un hermano mío, de viaje por Egipto, entrevistó a un monje copto. Una de las preguntas que le hizo fue esta: “¿Qué diría usted a un cristiano que vive en una sociedad tan secularizada y desacralizada como la que tenemos en Europa Occidental?”. El monje se limitó a responder: “Vosotros sois la luz del mundo”.
Aquí, en las palabras "Vosotros sois la luz del mundo", se contiene todo un programa de vida. No se trata de que hagamos más cosas o mejores que los demás. No se trata de conquistar a nadie. El desafío es más simple y profundo: reflejar la luz a través de un rostro encendido en la Luz que es Cristo (Yo soy la luz). El objetivo de ser luz lo expresa bien Jesús: Que den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Solemos hablar de un “rostro encendido”, de una mirada “iluminada”. ¿Qué es lo que produce este milagro? ¡El contacto con la luz! Moisés, al bajar del Sinaí, mostraba un rostro resplandeciente. El pueblo vio “algo” en él.
Sólo ilumina quien está en contacto con la Luz. Hemos ensayado casi todo en el campo de la evangelización. A veces, nos sentimos frustrados ante la falta de respuesta. Nuestra ansiedad nos lleva a imaginar continuamente caminos nuevos (si bien algunos dicen que hemos aflojado bastante en creatividad), pero, ¿es este el camino? Jesús no nos ha pedido que estemos todo el día con la lengua fuera, sino que encendamos nuestro pequeño cirio en el gran cirio que es Él y que creamos en el poder iluminador de la luz. No es fácil que nuestro “hombre viejo” entienda estas cosas.