Comentario al Evangelio del Miércoles 9 de Abril de 2025
La libertad verdadera
¿Qué es la libertad verdadera? No lo es, ciertamente, ese sueño de vivir en la absoluta indeterminación, para hacer “lo que me dé la gana”. El que vive así es, en realidad, esclavo de sus instintos, de sus “ganas”, de sus pasiones, como se decía antes, es alguien incapaz de conducir su vida en una dirección determinada, de vivir, dicho con otras palabras, con sentido y en fidelidad.
Vivimos en un mundo que privilegia esa libertad deficiente, que nos incita continuamente a satisfacer nuestras “ganas”, y que las induce y las incita para, acto seguido, hacernos creer que tiene los medios para satisfacerlas. En un mundo así (que no es sólo este mundo actual del consumo, aunque en él se haya extremado esa tendencia, sino el “mundo” de todos los tiempos), es fácil sucumbir a la tentación de inclinarse ante los ídolos que nos ofrecen una falsa salvación.
Los tres jóvenes santos en el horno siete veces más ardiente del libro de Daniel son un símbolo de la verdadera libertad, que se niega a inclinarse ente los ídolos, y que resiste sin quemarse las llamas de la tentación que la rodea. ¿Cómo escapar realmente a esas tentaciones que nos agobian para alcanzar la auténtica libertad? Escuchando, acogiendo y permaneciendo en la palabra de Jesús, para ser así verdaderos discípulos suyos.
Es importante subrayar lo de verdaderos. Porque en el Evangelio de hoy vemos que los “judíos que habían creído en él” son los que se oponen a sus palabras hasta el punto de querer matarlo. Podemos ser discípulos de boquilla, “oficiales”, ocupando incluso cargos en la Iglesia, pero ser sólo discípulos en apariencia, porque nuestros verdaderos intereses y motivaciones se oponen a la palabra, no la tienen como criterio, de modo que, en el fondo, rechazamos a Cristo, lo matamos en nuestro corazón y con nuestros comportamientos. Podemos incluso matarlo en el corazón de otros creyentes a causa de nuestro mal ejemplo.
Amar a Cristo de verdad es poner en práctica su palabra, que nos tiene que llevar a amar a Dios Padre y a nuestros hermanos.
Saludos cordiales,
José M. Vegas cmf
http://josemvegas.wordpress.com/