Comentario al Evangelio del miércoles, 12 de febrero de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
Siguen las explicaciones de Jesús, para que se le entienda de forma
correcta. Para que las normas tengan sentido, para devolver el significado
que, con el paso del tiempo, muchas habían perdido.
Y también quiere que pensemos más en nosotros y menos en los demás. Todos
los que se oponían a Jesús estaban pendientes de Él, observándole, y
buscando cómo atacarle. No tenían ninguna capacidad de reflexión, de
autocrítica. Como los adolescentes, no escuchaban lo que Jesús decía. Lo
rechazan simplemente porque lo decía Jesús.
Palabras, las de Cristo, pronunciadas hace más de 2000 mil años, pero que
siguen siendo muy actuales. Nos cuesta mucho mirar en nuestro interior, y
aceptar nuestros errores, nuestras culpas. No sabemos, o no queremos
reconocer el motivo profundo de lo que hacemos. Las motivaciones siempre
hay que depurarlas. Es bueno pararse, pensar en el motivo que nos lleva a
hacer algo.
Estaría muy bien, al final del día, hacer un examen de conciencia. Pensar
en lo que hemos hecho, a lo largo de la jornada, y por qué y para qué lo
hemos hecho. Dar gracias a Dios por lo bueno que hemos vivido, por el bien
que hayamos podido hacer, y pedir perdón por lo que hayamos hecho mal, o
por lo que no hayamos hecho. Y si hemos obrado con aviesa intención, por
quedar bien o por aparentar, hacer propósito de enmienda, y, como decíamos
ayer, procurar hacer todo “por el amor de Dios”.
Quizá nosotros no seamos tan sabios como Salomón, pero podemos avanzar por
el camino de la sabiduría, revisando nuestra vida y sabiendo leer nuestras
motivaciones. Y, con humildad, reconocer que no siempre lo hacemos todo
bien. La sabiduría es un don de Dios, conviene pedirla a menudo. A no ser
que lo sepas ya todo. Que me extraña mucho…
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.