Comentario al Evangelio del miércoles, 18 de marzo de 2020
Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:
Cuando Israel regresa del exilio babilónico, se encuentra con que su tierra
está en buena medida habitada por paganos, como lo estaba cuando sus
antepasados llegaron de Egipto. Y las advertencias supuestamente del tiempo
del Éxodo sirven igual para la nueva situación: El Deuteronomio exhorta a
no contaminarse con la idolatría del nuevo lugar geográfico, a no sucumbir
al riesgo de una excesiva acomodación, hoy diríamos “inculturación”, que a
veces es un ponerse a la moda o identificarse acríticamente con el nuevo
medio sociológico. Esto sucedió frecuentemente en la Europa de los años
50-60: el desplazamiento desde los pueblos a las grandes ciudades
industriales, o a otros países con mejores perspectivas económicas;
¡cuántos hasta entonces practicantes dejaron rápidamente de serlo! Pensaron
que era preciso “modernizarse”, sin molestarse en distinguir valores y
contravalores. Tal vez la religiosidad vivida hasta entonces, que tan
rápida y fácilmente se esfumó, era más de barniz que de convicciones
profundas. Eso la catequesis actual, tanto de niños como de adultos,
debiera tenerlo en cuenta; y cada uno debemos también preguntarnos hasta
dónde cala en nosotros lo religioso.
En España, y quizá en algunos otros países, se ha dado posteriormente otra
acomodación acrítica, la de la política: “¿cómo voy a seguir yendo a la
Iglesia si me he afiliado a tal partido, y hasta me he presentado para
concejal?” Es muy oportuna la advertencia bíblica: “cuidado con olvidar los
sucesos que vieron tus ojos”.
Jesús desconcertó a muchos de sus contemporáneos (eso explica su final).
Algunos le vieron “demasiado de manga ancha” en lo referente al descanso
sabático, o en la interpretación de otras prescripciones legales, algunas
un tanto ridículas: estaba permitido arrancar espigas en sábado, pero no
desgranarlas… Jesús fue crítico con tales minucias, pero no fue un
esnobista frívolo: miró hacia el fondo de las cosas, no a la superficie, y
subrayó lo que podía responder a la Alianza y lo que no. Sus innovaciones
mostraban su búsqueda apasionada de la voluntad del Padre en profundidad.
No se inquietó por lo “novedoso” ni por lo “desfasado”, sino por lo
auténtico. A algunos superficiales les pareció un ácrata; no percibieron a
tiempo que pretendía purificar, además de los miembros físicos, los
sentimientos del corazón y enderezar hasta las intenciones que pueden
enturbiar una mirada.
Para Jesús ningún detalle era despreciable; no le iba lo de brocha gorda o
trazo grueso, sino el pincel fino, el detalle que perfecciona la obra de
arte, hasta “el mandamiento más pequeño”, hasta “la última tilde de la
ley”. Lo que estaba en juego era el respeto a Dios y la perfección humana,
y en esos campos nada da lo mismo.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf