Comentario al Evangelio del miércoles, 23 de agosto de 2023

Fecha

23 Ago 2023
Finalizdo!
Fernando Torres, cmf

Santa Rosa de Lima

Hoy tenemos una parábola que nos podría hacer reflexionar sobre el salario justo. Y también celebramos a Santa Rosa de Lima. Creo que la santa nos puede ayudar con el Evangelio.

En realidad la parábola no va para nada del salario y su justicia. La parábola va de la generosidad y largueza de Dios. La frase que quizá nos ayude a entender toda la parábola esté al final, cuando el señor responde al jornalero que protesta por entender que ha recibido menos de lo justo que “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” El señor quiere que todos trabajen en el campo, que todos participen en la vida del reino. Al final da lo mismo la hora en que hayan/hayamos empezado a trabajar. En esta gran familia que es el reino lo que importa es que nadie se quede fuera. No hay puestos mejores y peores. No hay categorías laborales. Todos están/estamos para servir, para construir la fraternidad. El señor/Dios acoge a todos, abre la puerta a todos. Y a todos los quiere por igual. Todos son hijos e hijas. Todos comparten derechos.

Parece que Santa Rosa de Lima fue contratada muy joven. Con pocos años se entregó al servicio del señor. Sin medida. No protestó cuando vio que otros, más tardíos, recibieron el mismo salario que ella. Porque ella encontró su felicidad en servir al Señor.

Y, como no podía ser de otra manera, ese servicio se extendió a todos los que sufrían. Dicen sus biógrafos que, cuando su padre no le permitió entrar en un convento, se recluyó, prácticamente, en la ermita que ella misma construyó, con ayuda de su hermano Hernando, en un extremo del huerto de su casa. De allí solo salía para visitar el templo de Nuestra Señora del Rosario y atender las necesidades espirituales de los indígenas y los negros de la ciudad. También atendía a muchos enfermos que se acercaban a su casa buscando ayuda y atención, creando una especie de enfermería en su casa.

Así que Santa Rosa fue una buena jornalera, entregada al trabajo en la viña de Dios, entre los más pobres de su tiempo: indios, negros y enfermos. Por eso mereció su denario y el señor la acogió en sus brazos al llegar la hora de su muerte.  

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