Comentario al Evangelio del Miércoles 4 de Diciembre de 2024
Queridos amigos y amigas:
Las lecturas de Isaías y el Evangelio de Mateo nos animan a adentrarnos con profundidad en el espíritu del Adviento, un tiempo en el que somos llamados a vivir la esperanza, reconocer la providencia de Dios y dejarnos llenar de su compasión y amor transformador.
En la lectura de Isaías (25,6-10a), el profeta anuncia un festín preparado por el Señor para todos los pueblos, una imagen de plenitud y salvación. Este banquete, que simboliza la vida en comunión con Dios, no es solo un momento de abundancia material, sino un signo profundo de la acción de Dios en la historia: arrancará el velo que cubre a las naciones, enjugará las lágrimas de los rostros y aniquilará la muerte para siempre. En Adviento, estas palabras resuenan con fuerza porque nos recuerdan que nuestra esperanza está en un Dios que no se olvida de su pueblo, que cumple sus promesas y nos invita a participar de su salvación. Este monte del Señor representa la cercanía de Dios, que viene a nuestro encuentro para llenarnos de vida y alegría.
Esta visión de Isaías también ilumina el significado del Adviento en el contexto de un Año jubilar. El jubileo nos llama a contemplar y experimentar la restauración que Dios quiere realizar en nuestra vida y en el mundo. En este tiempo, el Señor nos invita a dejar atrás el dolor y la opresión, y a proclamar con confianza: “Aquí está nuestro Dios, esperábamos en él y nos ha salvado”.
En el Evangelio de Mateo (15,29-37), esta promesa de salvación encuentra un eco en la compasión de Jesús hacia la multitud. En la escena del monte, Jesús no solo cura a los enfermos y lisiados, devolviéndoles la salud y la dignidad, sino que también se preocupa por el hambre de la gente, ofreciendo alimento en abundancia. Este relato nos habla de un Dios cercano, que no solo atiende nuestras necesidades espirituales, sino que también se hace cargo de nuestras necesidades más humanas. Jesús, al multiplicar los panes, muestra que su Reino es un reino de comunión, generosidad y vida en plenitud.
En Adviento, este Evangelio nos desafía a vivir desde una fe activa y generosa. La compasión de Jesús hacia la multitud nos invita a preguntarnos: ¿de qué manera podemos ser instrumentos de su amor y cuidado en medio de las carencias del mundo? En un Año jubilar, esta invitación se vuelve aún más urgente: compartir el pan con los que tienen hambre, sanar las heridas de quienes sufren y, sobre todo, ser testigos de la abundancia de Dios en nuestras vidas.
El Adviento es tiempo de preparación y de esperanza. Así como la multitud fue saciada por Jesús, nosotros somos llamados a acercarnos al banquete que el Señor ha preparado. Este tiempo litúrgico nos impulsa a vivir con la confianza de que Dios no solo cumple sus promesas, sino que ya ha comenzado a actuar entre nosotros, llenando nuestras vidas de sentido, compasión y salvación.
Que este Adviento, iluminado por la esperanza del Jubileo, sea un momento para dejarnos transformar por el amor de Dios, abrir nuestras manos al necesitado y proclamar con alegría: “Aquí está nuestro Dios. Celebremos y gocemos con su salvación”.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com