Comentario al Evangelio del miércoles, 7 de abril de 2021
Eguione Nogueira, cmf
¡Queridos hermanos!
Como en la experiencia de los discípulos de Emaús, Jesús viene a nuestro encuentro, también ahora. Siempre se nos acerca, camina a nuestro ritmo y también nos pregunta: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?"
El Evangelio muestra el sentimiento de los discípulos: “se detuvieron con aire entristecido” (Lc 24,17). Hablan de una esperanza enterrada, de un sueño roto, de un proyecto fallido: "esperábamos … pero, a pesar de todo eso …". Nosotros también esperábamos, pero … ¿Cuántos planes habíamos hecho antes de la pandemia? ¿Cuántos viajes programados, proyectos personales y comunitarios han caído al abismo de un futuro incierto? ¿Cuántos encuentros se impiden indefinidamente? ¿Cuántas vidas fueron enterradas?
Jesús no cambió la realidad de los discípulos, como tampoco podemos esperar que Dios intervenga repentinamente en ese momento de una manera mágica. Esto no significa ausencia, porque su presencia nos enseña a afrontar estos acontecimientos con realismo, pero con otra mirada: releer nuestras narrativas con una mirada de fe, a la luz de su Palabra. "… explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras" (v. 27).
Al llegar a Emaús, Jesús demuestra que quiere ir más lejos, un peregrino dispuesto a seguir encontrándose con otros. Pero todo cambia con la invitación, que se convierte para nosotros en una de las más hermosas oraciones: “¡Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída!”. Es el momento del crepúsculo, uno de los momentos más bellos del día. Como decía la escritora brasileña Lygia Fagundes: “La belleza no está ni en la luz de la mañana ni en la sombra de la tarde, está en el crepúsculo, en este semitono, en esta ambigüedad”. La belleza de la vida también se puede ver en este crepúsculo en el que nos encontramos. Para nosotros no es tan claro como lo será el futuro, pero hay una luz que ilumina suavemente este momento. La luz de la fe, aunque un poco oculta, nos ayuda a ver este crepúsculo con mirada contemplativa, serena, profunda.
Como los discípulos de Emaús, también queremos compañía, que nuestras casas tengan invitados como en otros tiempos. Este "quédate con nosotros, atardece …" es tan delicado que parece más una súplica que una oferta de hospitalidad. Parece que los anfitriones piden hospitalidad al peregrino. No pensemos que Dios está encerrado en el tabernáculo, como un prisionero. Nuestro Señor, es un peregrino de la historia, de nuestras historias. Y hoy está en todos los hogares allá donde puede entrar. Basta una invitación: “¡quédate con nosotros!”.
Pasamos de la libertad del camino a la intimidad del hogar. Allí, alrededor de la mesa, hecha para que esté rodeada de comensales, para que la vida se exprese espontáneamente, con el olor a pan y el intercambio de miradas que se buscan, allí, al partir el pan, lo reconocen. Cuánta sencillez y densidad se esconde en este gesto cotidiano: Dios se manifiesta en el pan partido y compartido.
También hoy Jesús viene a nuestro encuentro. También hoy podemos repetir la misma experiencia de esos dos discípulos. “Son tres pasos que también nosotros podemos dar en nuestras casas: primero, abrir el corazón a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las desilusiones de la vida, confiándole los “si”; y luego, segundo paso, escuchar a Jesús, tomar el Evangelio en mano, leyendo hoy mismo este pasaje, en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas palabras de aquellos discípulos: “Señor, «quédate con nosotros». (v. 29). Señor, quédate conmigo. Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino. Y sin ti es de noche”." (Papa Francisco, 26 de abril de 2020).
Vuestro hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
eguionecmf@gmail.com