Comentario al Evangelio del sábado, 15 de enero de 2022
CR
Queridos amigos y amigas:
He leído que los seres humanos tendemos a simplificar nuestro pensamiento. Entre otras estrategias, “etiquetamos” a los demás. Ello nos ahorra tiempo y esfuerzo, al situar a una persona en un contexto determinado. Pero a la vez puede ser muy injusto con la gente. Según la “etiqueta” que pongamos a alguien –por ejemplo, “inteligente” o “tonto”- así será nuestro trato y nuestras expectativas hacia esa persona.
Ahí está Mateo. Sentado al mostrador de los impuestos. A lo mejor no es del todo consciente, pero la gente le ha puesto una etiqueta: “publicano”. Y ya se sabía, de un publicano no podía salir nada bueno. Colaboraba con Roma, el poder invasor, cobrando los impuestos. Era la deshonra del pueblo judío…
Y llega Jesús y le dice: “Sígueme”.
No sabemos quién se sorprendió más: si Mateo o los que presenciaron la escena. El caso es que luego les oímos murmurar.
¡Qué cosas tiene Jesús! Será que es verdaderamente el Hijo de Aquél que “no se fija en las apariencias, sino que conoce el corazón”, y llama por el nombre, y suscita lo mejor de cada uno –sea cual sea su etiqueta- y anima, y espera… y es capaz de sacar, de unas piedras, hijos de Abraham. O, de un publicano, un apóstol y evangelista. Un testigo de su Reino.
Será porque ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado.
Quien te cree, te crea.
Vete y haz tú lo mismo.