Comentario al Evangelio del Sábado 15 de Febrero de 2025
Leía el otro día que aproximadamente un tercio de la humanidad tiene a día de hoy problemas para mantener un nivel básico de nutrición. Es decir, se mueven justo en el límite. Cada día es una lucha por conseguir el pan o el arroz necesarios para mantenerse. Cada día sienten la inseguridad de lo que puede suceder mañana. Una parte de este tercio es que realmente no llega al mínimo y experimenta la desnutrición con todas sus consecuencias para la salud.
Frente a ese tercio está el otro tercio que lo que tienen (me atrevería a decir “tenemos”, aunque no estoy ni mucho menos seguro de que todos los lectores estén en este grupo) son problemas de exceso de alimentación. En este grupo la comida se ha convertido en un arte. Pero, como contrapartida, proliferan los problemas de obesidad, diabetes, colesterol y otros que son provocados por una ingesta excesiva. Para más inri, en esa parte del mundo donde vive este tercio se despilfarran y tiran a la basura cantidades enormes de alimentos.
Parece mentira que después de tantos años y de una producción de alimentos que bastaría y sobraría para alimentar adecuadamente a toda la humanidad, todavía estemos así. Incapaces de distribuir lo que tenemos para que llegue a todos.
Jesús, en el evangelio de hoy, da de comer a mucha gente. No quiere que nadie desfallezca. No preparan una comida especial. No es un banquete. Simplemente toman lo que tienen y lo comparten. Hasta sobró, como siempre que se comparte la comida.
Dar de comer sigue siendo el mejor signo del reino. No es casualidad que el rito fundamental de los cristianos sea la eucaristía, que no es más que una comida convertida en sacramento. Dios mismo se hace alimento para todos. Por eso, en realidad, siempre que compartimos la mesa, que damos de comer, celebramos de algún modo la eucaristía, alimentamos e incrementamos la vida, damos esperanza. La comida en común nos habla del reino, de fraternidad, de justicia. Pero nuestras eucaristías no serán reales del todo hasta que todos, sin excepción, se puedan sentar a la mesa.
Fernando Torres, cmf