Comentario al Evangelio del sábado, 18 de enero de 2020
Alejandro Carbajo Olea, cmf
Queridos amigos, paz y bien.
¡Cómo consuelan las palabras de Jesús! “No he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores.” Se ve en sus palabras, y se ve en sus gestos. En sus
aproximaciones a la gente. En Jesús sí que no hay acepción de personas.
Para su tarea evangelizadora, para anunciar el Reino de Dios, llama a los
que considera apropiados. Sabe mirar al corazón de cada hombre, despertar
esa semilla del Reino que se encuentra dentro de cada uno. Y Mateo, un
hombre que también estaba mal visto en su ambiente, acusado de colaborar,
de repente ve que se le devuelve su dignidad de hijo de Dios. Un
“apestado”, apóstol del reino.
La alegría de Mateo se contagia, y en la fiesta en la que celebra su
elección, se le unen un montón de “apestados”. Que también se sienten
llamados de nuevo a la vida. Y eso no les gusta a muchos. Que siempre andan
pendientes de los demás, para criticar los hechos, o, si no pueden,
criticar la intención. Y Jesús les cierra la boca con una respuesta
contundente. Con unas palabras que cómo consuelan. Nos podemos sentir entre
los enfermos, a los que el Maestro ha venido a buscar.
A lo largo de la semana, hemos visto a gente que venía buscando a Jesús,
que eran llevados a la presencia de Jesús, y, al final, el mismo Jesús que
viene al encuentro. En cada momento, en cada situación, en cada vuelta de
la vida, Cristo está cerca. Necesitamos la fe, para verlo, para sentirlo
presente en nuestras vidas. Esa fe que nos permite acercarnos a Él, para
sentir su perdón, para que nos sintamos otra vez amigos de Dios. Es tu
opción. De parte de Jesús la puerta está siempre abierta. La línea siempre
está libre, para que hagas la llamada. Y la contraseña no es difícil, basta
decir “Ayúdame”.
Vuestro hermano en la fe, Alejandro C.M.F.