Comentario al Evangelio del Sábado 18 de Enero de 2025
Es sorprendente el texto evangélico de hoy: Jesús se dedica a frecuentar las malas compañías. Hay muchas personas que acuden a él. Y Jesús recibe a todos, con todos habla, a todos enseña. Pero a la hora de elegir a uno para que forme parte de sus discípulos, los que le seguían más de cerca, los que realmente estaban con él, elige precisamente a Leví, el que estaba sentado en el mostrador de los impuestos, uno de los odiados colaboracionistas del poder romano, uno de esos con los que los buenos judíos no se habrían sentado nunca y que, si se hubiesen cruzado con uno de ellos por la calle, se habrían pasado a la otra acera con tal de ni siquiera saludarlo o rozarlo.
Y cuando Jesús se va a comer con algunos de los que le escuchan, va precisamente a la casa de Leví, con éste y con sus amigos, todos publicanos y pecadores, todo gente de mal vivir. Todo gente que era excluida de la buena sociedad judía.
Es que en el evangelio, Jesús nos muestra que, si queremos ser sus seguidores, el juego más importante al que podemos jugar en la vida es el juego de incluir, de no dejar a nadie fuera por malo que sea. El Reino es para todos. El amor del Padre es para todos. No hay excepción. No hay pecado tan grave que pueda excluir de ese amor de Dios.
Desgraciadamente, hay muchos en nuestro mundo, cristianos y no cristianos, que juegan al juego de excluir. Estos son los que van pasando lista y van borrando a gente de su lista. A unos por su color, a otros por sus ideas políticas, a otros por su sexo, a otros por su comportamiento, a otros porque me parece que son una amenaza para su estilo de vida. El problema es que al final se quedan solos. Y su soledad no se parece en nada al Reino. Jugar a excluir nos aleja del Reino y nos aleja de Dios.
Hoy, como siempre, si queremos ser fieles a Jesús, tenemos que jugar al juego de incluir, de acercarnos a todos para atraerlos, para hacer comunidad y familia con ellos. Hoy, como siempre, tenemos que trabajar para que nadie se quede fuera de la esperanza y del amor de Dios. Porque Jesús no vino a excluir sino a incluir y acoger, también a los pecadores, a los malos…
Fernando Torres, cmf