Comentario al Evangelio del Sábado 22 de Marzo de 2025
Termina la semana con la parábola del hijo pródigo. Frente a los que piensan en la conversión como un trabajo personal y dificultoso en que la persona se tiene que enfrentar consigo mismo, revisar detenidamente su vida, purificar sus intenciones y hacerse propósitos firmes para iniciar una cambio que modifique radicalmente sus actitudes y actos, la parábola cuenta una historia de lo más sorprendente.
Para empezar, el hijo pequeño, el que se va después de pedir y conseguir su parte de la herencia, es uno de los tipos más interesados que se encuentran en la Biblia. En realidad, no piensa más que en vivir bien. El resto da la impresión de que no le importa nada. Si se va con la herencia es para vivir a lo grande. Y si se vuelve a casa de su padre no es precisamente por amor filial sino porque siente hambre y se acuerda de que los jornaleros de su padre tienen para comer todos los días. Su único interés es vivir bien, lo mejor posible. Lo de su padre o la familia no le importa nada. Él va a lo suyo.
Pues bien, lo que subraya la parábola es precisamente que, incluso con todos esos “peros”, incluso siendo el padre consciente del egoísmo de su hijo, le espera con paciencia y desea sentarle a la mesa. El padre no tiene más que una intención y deseo: reunir a los suyos a la mesa. Lo de las motivaciones parece que le importa poco. O piensa, quizá siendo un poco iluso, que con el tiempo y la buena comida el hijo perdido aprenderá dónde está la verdadera vida, el verdadero vivir a lo grande. Pero que reconozca eso no es en absoluto condición para que se siente a la mesa. Lo primero es acogerle, abrazarle, preparar el banquete, sentarle a la mesa. Luego vendrá, si viene, lo otro. Lo fundamental es que sienta el abrazo cariñoso del padre. Si entiende todo lo que significa o no, parece que al padre no le importa.
Ojalá nosotros vayamos entendiendo este amor del Padre que es más grande que todo lo que podamos imaginar, que no pone condiciones, que nos tiene paciencia y nos da todo el tiempo que necesitemos para comprenderlo y asimilarlo y vivirlo y agradecerlo.
Fernando Torres, cmf