Comentario al Evangelio del sábado, 23 de marzo de 2024
Fernando Torres, cmf
Termina ya la Cuaresma. El enfrentamiento de Jesús con los judíos, que llegará a su culmen con la condena a muerte, está subiendo a niveles máximos. En el Evangelio ya no se habla de los judíos, de hecho algunos de estos, al ver las obras de Jesús, habían creído en él. Pero algunos otros han ido a los fariseos y estos a los sumos sacerdotes. Y estos convocan asustados al sanedrín. Jesús es una amenaza y hay que plantarle cara. En esos casos, no hay más que una solución: terminar con él, eliminarlo, hacerlo desaparecer. Alguno diría aquello de que “muerto el perro, se acabó la rabia”. Pero no sabían que no iba a ser tan fácil terminar con Jesús ni con sus ideas. Al final, Dios es siempre más fuerte que los hombres. De esa victoria de Dios, la resurrección, haremos memoria la próxima semana.
Pero antes, hay una cuestión que interesa resaltar. Si se llega a esa aparente solución final es porque los fariseos y sacerdotes se sienten amenazados. El movimiento de Jesús supone un peligro para la estabilidad social. Si el movimiento sigue creciendo, los romanos se van a enfadar y pueden llegar a destruir el lugar santo y la nación. Siendo realistas, los romanos eran capaces de eso y de mucho más (recordemos la destrucción de Jerusalén y del mundo judío en el año 70 por los ejércitos romanos, que no dejaron piedra sobre piedra).
La amenaza que sentían fariseos y sacerdotes era, pues, real. Ellos querían defender al pueblo pero también se querían defender a sí mismos, su estilo de vida, sus fuentes de ingresos (que estaban básicamente en el Templo). En realidad, les importaba poco si lo que decía Jesús era verdad o no, si los milagros que hacía eran auténticos o no, si el movimiento de Jesús venía de Dios o del demonio. No entraban en esas cuestiones. Amenazaba su modo de vida. Había que defender la institución. Ese era el valor máximo.
Pienso que hay eclesiásticos que están más preocupados en defender la institución eclesial que en ser fieles al Evangelio. Han terminado por pensar que la Iglesia es más importante que el Evangelio (aunque obviamente no lo expresen así en sus discursos). Por poner un ejemplo, la actitud de algunos bastantes frente al problema de los abusos sexuales y de poder en la iglesia es precisamente la de dejar de lado a las víctimas para defender a la institución, su imagen y prestigio. Menos más que hay muchos y muchas en la Iglesia que con sus vidas y su forma de comportarse demuestran que el Evangelio de la misericordia, de la cercanía y atención a los más débiles, a las víctimas, es más importante que mantener la imagen pública de la Iglesia.