Comentario al Evangelio del Sábado 25 de Enero de 2025
No sé muy bien por qué todos damos por sentado que Pablo se cayó del caballo cuando tuvo ese encuentro misterioso con Jesús que le recriminaba su persecución a los cristianos. Tanto es así que en nuestra lengua ha quedado la expresión “caerse del caballo” o “caerse del burro”, vehículo de transporte un poco más humilde. Pero la verdad es que en la Biblia no se dice por ningún lado que Pablo fuese ni a caballo ni en burro en aquel camino a Damasco. Lo único que se dice es que se cayó.
Fuerte debió ser la caída porque su vida cambió radicalmente. Lo que era negro se le hizo blanco y viceversa. El ortodoxo fariseo perseguidor de los cristianos se convirtió en apóstol de Jesús. Atendiendo a lo que dicen los Hechos de los Apóstoles y las cartas que se le atribuyen, es a Pablo al que le tenemos que agradecer que el mensaje de Jesús saliese de los estrechos límites del mundo judío de la época y se extendiese por todo el mundo romano de aquel tiempo e incluso más allá. Y los seguidores de Jesús pasaron de ser un grupúsculo heterodoxo judío a ser iglesia, comunidad de creyentes, en la que todos tienen cabida porque “ya no tiene importancia ser judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, porque unidos a Cristo Jesús, todos sois uno solo” (Gal 3,28).
Hoy celebramos su conversión pero no debería ser motivo solo para admirarnos del cambio radical de vida que asumió Pablo a partir de aquella “caída”. No basta con dar gracias a Dios por habernos regalado en Pablo al apóstol que llevo el mensaje de Jesús hasta las fronteras del mundo conocido de entonces. Todo esto está bien. Y es bueno que lo hagamos. Pero diría que este día nos invita a nosotros a dar un paso adelante en el camino de nuestra conversión.
Como Pablo tuvo que dejar los caminos en los que se sentía seguro para dar un nuevo rumbo a su vida, quizá también nosotros tengamos que dejar las seguridades de siempre para encontrarnos con el Jesús real y auténtico, el que nos habla al corazón desde los evangelios, y comenzar a caminar por caminos de fraternidad, de justicia, de amor, de perdón.
Fernando Torres, cmf