Comentario al Evangelio del sábado, 4 de enero de 2020
Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
La Palabra de Dios de hoy continua con el Evangelio de Juan, que a lo largo
del año se lee en la Iglesia en algunos tiempos especiales, como Navidad y
Pascua. Un Evangelio especial, distinto de los otros tres, que nos da
perspectivas novedosas de la persona de Jesús.
En el pasaje de hoy, que continúa el de ayer, continúa el comienzo de la
vida pública de Jesús. Y en su brevedad, contiene una serie de movimientos
y de diálogos que provocan movimientos, que ahora te invito a contemplar.
En primer lugar aparece Juan. De las pocas cosas que dice este personaje en
todo el Evangelio, las palabras que hoy pronuncia señalan a aquél que él
precedía: “Éste es el Cordero de Dios”. Juan está dando el relevo, pasando
el testigo. Ha cumplido su función y abre la puerta al que llega. Todo se
va cumpliendo en su vida.
A continuación aparece Jesús, con los dos discípulos que Juan le remite. Y
el breve diálogo con ellos es de lo más revelador: “¿Qué buscáis?”, ¿Dónde
vives?”, “Venid y lo veréis”… Y aquellos discípulos fueron, vieron y se
quedaron con Él aquél día. Tan importante fue aquél encuentro para aquellos
dos discípulos, que recuerdan los detalles del momento: serían las cuatro
de la tarde. ¿Qué fue lo que vieron aquel día? Sin saberlo con detalle,
toda la vida de Jesús fue un mostrar con la vida aquello a lo que quisieron
apuntar sus palabras.
Y por último, aparece Andrés, uno de los dos que siguieron a Jesús. Y hace
de anunciador para su hermano Simón. Sin muchas palabras. Pero seguramente
con mucha convicción y con un punto de emoción en la mirada: “Hemos
encontrado al Mesías”. Y lo llevó a Jesús.
En la vida y en la Iglesia, hace falta movimiento. Hoy la Palabra nos ha
mostrado tres escenas con movimiento. Y tres retos para nuestras vidas. Ser
como Andrés, que desde el encuentro con el Señor, lleva a otros a ese
encuentro, como el mayor tesoro de la vida. Ser como Juan, dando el relevo
cuando corresponda, sabiendo que ninguno agotamos el plan de Dios en el
mundo, sino que somos pequeños eslabones de la gran cadena de la historia
de salvación –la historia del amor de Dios para con nosotros. Y vivir desde
Jesús, respondiendo a su iniciativa, entrando en diálogo con Él, acogiendo
lo que él nos muestra e intentando mostrar humildemente con nuestra vida
aquello a lo que quieren apuntar las palabras que de Él recibimos.
Como muy bien le gusta recordar al Papa Francisco, todos los cristianos
somos “Discípulos misioneros”, llamados a escuchar y seguir al único
Maestro, siendo sus testigos en todo tiempo y lugar. Que en el año recién
comenzado podamos seguir caminando como esos “discípulos misioneros” que el
mundo necesita.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez CMF ( luismanuel@claretianos.es)