Comentario al Evangelio del Sábado 4 de Enero de 2025
Venid y veréis
La curiosidad puede tener distintos matices. Puede ser malsana, buscando donde está el “chisme”, el accidente o mal de alguien. Puede también que sea una motivación a encontrar el bien. Para un oído de fiel judío, escuchar “Este es el Cordero de Dios” podía suscitar no sólo curiosidad, sino una esperanza viva de salvación. El cordero pascual, el cordero cuya sangre en el dintel salva, el símbolo y realidad de la esperanza de todos los pueblos se anuncia. Cuando Juan identifica a Jesús como el Cordero de Dios, los dos discípulos se ponen en marcha. Sienten la llamada irresistible a seguir a quien ha sido proclamado como la salvación.
Lo escuchamos repetidamente en todas las Eucaristías: “tú, que quitas el pecado del mundo”.. “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo”… “Este es el Cordero de Dios, dichosos los llamados”. Quizá a veces se diga rutinariamente, si reconocer el impacto enorme de esas palabras.
Juan dice que no lo conocía. Naturalmente que lo conocía, porque era primo suyo. Lo que no había reconocido era al Cordero de Dios. El reconocimiento de esa salvación cambia la vida, llama al discipulado, marca para siempre. Por eso quienes escucharon esa llamada sabían exactamente el momento (las 4 de la tarde) en que había ocurrido. Por eso se pusieron en camino. No era simplemente curiosidad por ver de qué personaje estrafalario estaba hablando el estrafalario Juan. Era una esperanza que moviliza. ¿Qué buscáis?, les pregunta Jesús. ¿Tienen una mera curiosidad por saber dónde vive Jesús o están expresando el deseo intenso de estar siempre con Él? ¿Dónde vives? Puede querer decir quién eres, qué haces, cómo es tu mundo, cómo es tu Reino. Inmediatamente desean permanecer en ese Reino, porque han encontrado al Mesías. Venid y veréis, no es solo una invitación a curiosear; es más bien un desafío a vivir así, en el reino de justicia y verdad de Cristo. Es una llamada a cambiar la vida. Entrar en la casa de Jesús obliga y marca. Eran las cuatro de la tarde… ¿qué hora es para nosotros? ¿Dónde y cómo hemos encontrado dónde vive Cristo?
Cármen Aguinaco