Comentario al Evangelio del Sábado, 5 de Abril de 2025
Si hay algo que nos gusta a todos es vivir tranquilos, con unas ciertas rutinas que nos hagan la vida más agradable. Es lo que los psicólogos llaman hoy la “zona de confort”, que viene a ser lo mismo que aquello, dicho de una manera más tradicional, de que como en casa en ningún sitio. De hecho, no hay cosa peor que “nos saquen de nuestras casillas”. Eso nos altera y nos deja confusos. Preferimos volver a casa, a lo de siempre.
Pues la fe es precisamente algo que nos sacar de nuestra zona de confort, que nos saca de nuestras casillas, de lo que habitualmente nos ha parecido bueno para llevarnos a otra dimensión. No se trata solo de reconocer que Dios existe. Es mucho más. Descubrir de repente que todos son hermanos míos porque Dios es nuestro Padre, nos fuerza a cambiar la relación con ellos. Descubrir que Dios es mi padre y creador, que ya no es juez controlador y fiscal de cada uno de mis actos, cambia mi relación con él. Todo eso cambia también la relación conmigo mismo, con mi vida.
Son muchos cambios. Y no es fácil asimilarlos. De hecho, el cambio, cualquier cambio, es lo que más nos cuesta en la vida. Darnos cuenta de que las cosas ya no van a ser como eran, nos pone muy nerviosos. Porque en el fondo nos encantan las rutinas, hacer lo de siempre y como siempre.
Los judíos tuvieron ese problema con Jesús. Su presencia, su forma de hablar y de actuar, les sacaba de sus casillas, les obligaba a repensar, rehacer y reconstruir su relación con Dios y con los demás, judíos y no judíos. Les sacaba de sus casillas de lo que siempre habían pensado, de lo que les habían enseñado de pequeños. Y les abría a un mundo nuevo, que, como a nosotros la novedad, les daba miedo. Lo más fácil era condenar a Jesús, el agente provocador del cambio, y así librarse de él. Para dejar las cosas como estaban y todos poder volver a sentirse cómodos.
Nosotros también estamos ante ese dilema: asumir la presencia viva de Jesús en nuestras vidas, con todo lo que eso significa, o volver a lo de siempre, a nuestros prejuicios, a nuestros rosarios y nuestras misas…
Fernando Torres, cmf