Comentario al Evangelio del sábado, 7 de marzo de 2020
Edgardo Guzmán, cmf
Queridos amigos y amigas:
En el contexto del Deuteronomio la primera lectura de hoy tiene un carácter
jurídico, es de hecho una fórmula de tratado, la ratificación formal de la
alianza. En su simplicidad el texto tiene un claro objetivo didáctico de
expresar la experiencia que el pueblo de Israel ha tenido con Dios. Ellos
experimentan que Dios no es un ser absoluto, lejano, inaccesible. Dios es
ante todo comunión, es cercano y entra en relación con su pueblo. Es Él
quien toma la iniciativa de liberarlo de la esclavitud de Egipto y de
caminar con ellos.
De este texto se desprende una intuición que nos puede iluminar en este
tiempo de Cuaresma. Redescubrir que nuestra experiencia creyente, nuestra
vida cristiana es una relación. Olvidar este aspecto relacional pude
convertir nuestra vida espiritual en una lucha contra nosotros mismos o
querer demostrarle algo a los demás. La llamada de Moisés al Pueblo de
Israel a cumplir los mandatos y decretos del Señor no se limita a la
observancia de unas normas. Es la invitación a entrar en una relación.
Una relación que se mueve desde la lógica del amor y la gratuidad. Hasta
llegar a ser «Hijos del Padre Celestial». Es a partir de esta experiencia
como seremos capaces de amar incluso a nuestros enemigos como pide Jesús a
sus discípulos en el evangelio. Esa perfección a la que nos llama, no
significa una serenidad inalterable, ascética pura, imperturbabilidad.
Jesús nos revela que esa perfección es misericordia para todos, amor
universal, bondad sin limites. Tender a la perfección significará conformar
nuestro corazón con la voluntad del Padre bueno, que dona sus bienes sin
hacer distinción.
Pidámosle a María nuestra madre que interceda por nosotros y nos obtenga de
su Hijo la gracia de una verdadera conversión de nuestro corazón. Ella que
supo encarnar en su vida el amor de Dios que nos salva y humaniza nuestro
mundo.
Fraternalmente, Edgardo Guzmán CMF
eagm796@hotmail.com