Comentario al Evangelio del Sábado 9 de Noviembre de 2024

Fecha

09 Nov 2024

Hoy se celebra la Dedicación de la basílica de Letrán, que es llamada “madre y cabeza de todas las iglesias de la urbe y el orbe”. La tradición es del s. XII. La edificación primitiva es muy anterior. Fue construida y donada al Papa por el emperador Constantino en acción de gracias por su victoria en la batalla de Puente Milvio mostrando así su adhesión al primado de Pedro.

Las lecturas de hoy hablan del Templo. En la visión de Ezequiel, un recinto del que fluyen corrientes de agua viva, prefiguración de la Iglesia. En I Corintios el templo está hecho de piedras vivas: el Cuerpo resucitado de Cristo unido a la Iglesia, su Cuerpo místico. Y el texto del Evangelio de Juan retrata la indignación de Jesús al observar la degradación de un espacio que, desde la infancia, había aprendido a venerar como sagrado.

Llamados a convertirnos en templos espirituales, somos esas piedras vivas con las que el Señor quiere construir su casa. Pero somos también seres materiales y, parece que Dios no desdeña la construcción de templos, ni mucho menos el permanecer en ellos oculto y visible al mismo tiempo, en el sagrario. Son lugares donde “las piedras vivas” se reunen para adorar, alabar, conocer mejor a Dios y suplicar perdón y misericordia. El Prefacio de esta celebración lo dice bellamente: “[…] generosamente te dignas habitar en toda casa consagrada a la oración […] para hacer de nosotros […] templo del Espíritu Santo”

Desde luego no nos juntamos para un “evento social”, mostrando muchas veces una falta de educación asombrosa. Si los extraños ven como actuamos dentro de nuestras iglesias es difícil que nos tomen es serio. ¿Haríamos lo mismo en un recinto sagrado budista, hinduísta o musulmán que en nuestros bautizos, bodas y funerales? Un básico sentido común indica que no.

El relato evángelico de hoy nos habla de otro templo que es el mismo cuerpo de Cristo. Cuando los judíos, es decir las autoridades religiosas de Jerusalén piden explicaciones, Jesús anuncia su muerte y resurrección. Ni los que piden explicaciones ni los mismos discípulos saben  de qué habla. Sólo lo comprenderán en la Resurrección cuando creyeron la Escritura y lo que había dicho el Maestro. Nuestra fe en el Resucitado nos constituye como piedras vivas de su Iglesia.

Virginia Fernández

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