Comentario al Evangelio del viernes, 16 de febrero de 2024
Fernando Torres, cmf
Cuando vamos al médico con alguna enfermedad para que nos dé una solución, lo más fácil es que nos recete unas medicinas. Basta con tomarlas siguiendo la pauta (siete días una pastilla con el desayuno, otra con la comida y otra con la cena). Eso nos resulta fácil. Lo hacemos y ya está. Lo malo es cuando nos dice que la solución para nuestros males está en cambiar el estilo de vida: hacer más deporte, comer más sano, etc. Esto ya nos suele costar mucho más. Para ser realistas, solemos terminar no haciendo nada y dejando las cosas como están para ver como quedan. Esa como los propósitos Año Nuevo que la mayor parte de las veces se quedan en meros propósitos pero no van más allá de finales de enero.
A veces en nuestra relación con Dios nos pasa lo mismo. Es preferible que el confesor nos mande rezar tres rosarios a intentar de verdad un cambio de estilo de vida, a que nos invite a perdonar a los que nos han hecho mal. Es más sencillo acudir muchas veces a la iglesia y rezar muchas oraciones de rodillas que esforzarnos por hacer justicia, acercarnos y regalar nuestro tiempo a los que sufren o… tantas cosas que sabemos que deberíamos hacer si de verdad nos queremos convertir.
La primera lectura de hoy es muy clara a este respecto: menos ayunos, menos mortificaciones, menos oraciones y menos darnos golpes en el pecho. Y más, mucho más de “abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne”.
Ese es el verdadero ayuno y lo demás son zarandajas. A nosotros nos toca traducir a nuestra vida, a nuestra situación concreta, esa expresiones de Isaías. Pero entiendo yo que, si abrimos los ojos y miramos a nuestro alrededor, no es tan difícil hacer esa traducción. Y en seguida nacerá una luz como la aurora y nos brotará la carne sana y quedaremos curados de nuestros egoísmos.