Comentario al Evangelio del viernes, 19 de febrero de 2021
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
“Ayuno” es la palabra estrella en la liturgia de la Palabra de hoy. Uno de los conceptos clásicos de la Cuaresma junto a la oración y la limosna. Pero ¿cómo entender hoy el ayuno? No es un concepto incomprensible en nuestra cultura. Ayunar para ponerse a régimen, para realizar una dieta de adelgazamiento por motivos estéticos, de salud o deportivos, es una práctica que muchas personas realizan.
En el aspecto religioso, ayunar, no sólo de alimentos, sino de todo aquello que me aleja de Dios, prácticas o vicios que me esclavizan como pueden ser usos adictivos de redes sociales, series, juegos, etc., es un tipo de ayuno que también comprendemos porque nos hace bien espiritualmente, ya que nos lleva al silencio y la Cuaresma nos invita a ello. Pero la Palabra de Dios nos invita a buscar un sentido más profundo al ayuno: ¿para qué ayunar? ¿Cuál es su finalidad?
El profeta Isaías critica el ayuno carente de sentido: ¿Para qué ayunar, si no haces caso? El día de ayuno buscáis vuestro interés. ¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica? ¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? Y es que el ayuno religioso que nace del orgullo, de la concupiscencia espiritual, es decir, de la vanagloria, del puro perfeccionamiento, del narcisismo espiritual, es el ayuno que critica el profeta y contra el que nos previene la Palabra de Dios. Todo ayuno religioso no puede verse privado de un elemento fundamental: tiene que producir beneficio en los otros, tiene que tener consecuencias positivas para los demás, especialmente para los más necesitados; no ser un ayuno de cuyos frutos sólo me beneficio yo. Así lo explica muy bien la primera lectura de hoy: El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.
Por lo tanto, hoy en la oración se nos invita a pensar en el ayuno que Dios quiere. Por un lado, ayunar de todo aquello que te haga más libre, elimine ruidos y por lo tanto te predisponga más receptivo para escuchar a Dios. Sin olvidar el elemento fundamental que Dios quiere en el ayuno: que beneficie a los demás. Tu ayuno tiene que hacer la vida más agradable, más liberadora, tiene que ser luz para los otros.
Pídele luz al Señor en tu oración de hoy para contestar a esta pregunta: ¿cuál es el ayuno que tú quieres para mi Señor en este tiempo de Cuaresma?
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.