Comentario al Evangelio del viernes, 19 de noviembre de 2021
CR
Queridos hermanos:
Corruptio optimi pessima, decían los romanos. El refrán significa que lo más noble, cuando se deteriora, puede transformarse en lo más aborrecible. No estamos seguros de que Jesús haya percibido tal deterioro en el culto del templo; los elementos que el evangelio enumera (corderos, toros, palomas, vasijas, mesas de cambio de dinero,…) eran lo necesario para la práctica normal de los sacrificios y el pago del impuesto religiosos anual. Pero ciertamente esa mentalidad negativa es la de los cristianos en la época lucana, cuando ya el templo había sido destruido. Sus últimos dirigentes –saduceos- habrían caído en comportamientos corruptos, por lo que Jesús –citando a Jeremías- llamaría al templo “guarida de ladrones” (los sacerdotes).
Jesús no fue un enemigo del culto, pero sí un crítico; consideró que podía ser una especie de opio en perjuicio de lo más importante en una vida según la alianza: la pureza de intenciones, la compasión, la no explotación del prójimo,… En algunos pasajes evangélicos encontramos, en boca de Jesús, el célebre dicho de Oseas: “misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9,13 y 12,7; cf. Os 6,6;), como también la crítica de una oración no correcta, que no está en sintonía con la vida: “este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mt 15,8, sobre Is 29,13).
Pero el pasaje evangélico de hoy, a pesar de su brevedad, tiene un segundo pensamiento: el mensaje de Jesús levanta ampollas en la clase dirigente mientras que el pueblo está pendiente de sus labios. Una y otra vez Jesús lamentará el inmovilismo y el apego a las costumbres de siempre; su invitación a crear odres nuevos para el nuevo vino resulta inquietante para los líderes religiosos, tan fieles a los ritos ya seculares.
Como siempre, Jesús es escuchado y acogido por quienes nada tienen que perder y todo que ganar: el perdón gratuito, la acogida por Dios, el gozo de vivir,… Cada palabra de Jesús sobre la novedad del momento, la cercanía de Dios al pobre y pequeño, lo inconmensurable de su bondad, … es una bocanada de aire fresco para quien se sabe pecador, inmerecedor de la amistad con Yahvé, siervo inútil,…
La interpelación para nosotros es evidente: cabe una vida cultual de culto vacío, una oración rutinaria y descomprometida, sin sintonía con la llamada actual de Dios y sin la exigencia ética que la fe cristiana lleva consigo. Y el esquivar la interpelación de Jesús o, por el contrario, estar pendientes de sus labios nos indicará cuál está siendo nuestro lugar como creyentes.