Comentario al Evangelio del viernes, 20 de marzo de 2020

Fecha

20 Mar 2020
Finalizdo!
Severiano Blanco, cmf

Queridos hermanos:


Siempre tuvo sus ventajas arrimarse al sol que más calienta, que en
política antigua (y en cierto modo también moderna) era hacerse aliado, o
incluso vasallo, de un reino fuerte. El imperio de la época de Oseas era
Asiria. Atraían sus costumbres (montar a caballo, mientras que en Israel se
hacía en asno), en las cuales llegaba incluida su idolatría. Por eso el
profeta brama contra tal alianza política, pues se trata de pequeñas
ventajas económicas o de seguridad, pero a costa de la fe en Yahvé, el
único verdadero Dios.

Quizá gracias a la predicación de Oseas, el pueblo recapacitó y abandonó
esa paganización. Al parecer surgió entonces el salmo 16, con su confesión
ante Yahvé de “tú eres mi bien”, mientras que “los dioses de la tierra no
me satisfacen”, por lo cual “no tomaré sus nombres en mis labios”, es
decir, no los alabaré ni juraré por ellos. Y una vez realizado el cambio,
¡la conversión!, el orante exclama gozosamente: “me encanta mi heredad”.

El evangelio nos recuerda que la cuaresma es invitación a “situarnos en lo
esencial”, sin andar por las ramas. Jesús y el escriba están de acuerdo en
la centralidad del amor a Dios, y ambos, citando el AT, orientan hacia un
amor no mediocre o tibio, sino omniabarcante: que toca el corazón, el alma,
la mente, las fuerzas (algunos creen que la traducción correcta sería “las
riquezas” o posesiones); todo queda afectado, bajo el radio de acción de
ese amor, y quien ama a Dios no tiene ninguna zona “dispensada” o reservada
para otra cosa.

Lo llamativo de ambas respuestas es que van más allá de la pregunta; esta
se refería al primer mandamiento, y los dos interlocutores se extienden al
segundo. Nos enseñan que un amor a Dios que no lleve aparejado el amor al
prójimo es mera ilusión, o religión de evasión. El prójimo es “aquello por
lo que Dios se interesa”; malamente se puede amar a Dios sin amar “los
intereses de Dios”; lo dirá bien 1Jn 4,20: “si no amas al prójimo, a quien
ves…”.

El cristianismo no se inventó para gente fría o insensible. Ya la promesa
de Dios en Ezequiel hablaba de arrancar los corazones de piedra e implantar
los de carne (Ez 36,26). Tradicionalmente se ha utilizado mucho la
expresión “fervor”, se ha hablado de personas “fervorosas”; en buen
castellano sería “hervor”, personas “hirvientes”; no es sino imitar a
Jesús, que se compadeció, se indignó, lloró… no era de piedra, sino que
“amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Por eso, el cristianismo tampoco se
inventó para gente descomprometida, autoengañada en su evasión: mira a tu
prójimo.

Vuestro hermano

Severiano Blanco cmf

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