Comentario al Evangelio del Viernes, 21 de Febrero de 2025
Querido amigo/a:
El libro del Génesis nos presenta hoy la historia de la torre de Babel, donde la humanidad quedó confundida. Es un símil muy bueno de lo que ocurre cuando los corazones no están sincronizados, cuando cada uno va a lo suyo, cuando dejamos acampar a sus anchas al orgullo y al egoísmo, pues estos pecados hacen imposible la comunicación con los demás, hacen muy difícil el entendimiento mutuo al tener intereses contrapuestos, hacen inviable trabajar juntos. Babel es lo contrario a Pentecostés, donde a pesar de las razas y culturas diferentes, todos se entendían porque estaban llenos del Espíritu Santo. El espíritu de Babel es el de la soberbia: “Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance al cielo, para hacernos famosos, y para no dispersarnos por la superficie de la tierra”.
¿En qué momento te encuentras? ¿En Babel o en Pentecostés? ¿Aislado o en comunión? ¿Con una actitud soberbia o fraterna? ¿Autónomo o dependiente? ¿Cerrado o abierto? ¿Desconfiado o confiado?
¿Qué hace Dios con una ciudad (actitud) cerrada a su corazón? Lo que dice el salmo 32 que hoy rezamos: “El Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos” Por eso “Dichosa la nación (actitud) cuyo Dios es el Señor”. Pues no vivirá en modo Babel, sino en modo Pentecostés.
Sin embargo, vivir en modo pentecostés siguiendo a Cristo, no es un camino de rosas. En muchas ocasiones requiere ciertas acciones, como tomar la cruz y seguir sus pasos. Después de que Jesús corrigiera a Pedro por no comprender el plan mesiánico que incluye dolor y muerte, hoy aclara que aquel que quiera seguirle debe renunciar a sí mismo, cargar con su cruz, estar dispuesto a perder su vida y no sentirse avergonzado de él ante este mundo.
Parece un jarro de agua fría en medio de la ilusión de ser creyentes, pero hemos sido informados por el propio Jesús y además ya lo hemos experimentado en diversas ocasiones de nuestra vida de fe. Seguir las enseñanzas de Jesús puede ser gratificante y es para nosotros lo más grande, sin embargo, implica ciertos compromisos y desafíos. Merece la pena.
Vuestro hermano en la fe.
Juan Lozano, cmf.