Comentario al Evangelio del viernes, 27 de noviembre de 2020
Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
La gente que vive en el campo entiende muy bien los signos de la naturaleza de los que habla Jesús: lo que anuncia el brote de una higuera, qué signo anuncia el frío o el calor, cuándo va a llover…, signos que avisan de lo que está a punto de acontecer. En lenguaje teológico llamamos “signos de los tiempos” a las realidades a través de las cuales el Espíritu Santo nos está interpelando. También son signos que avisan, manifestaciones que nos remiten a una realidad mucho mayor, indicadores de cómo construir el reino que Dios quiere. Para el creyente no importa tanto el signo en sí mismo: el brote de la higuera, sino lo que significa: la llegada de la primavera.
En nuestra realidad personal, comunitaria y mundial, existen signos del mal, del anti-reino, y signos del bien, de Dios, que nos hablan de un reinado que poco a poco se va extendiendo. Algunos se atreven a advertir estos signos de los tiempos: el movimiento ecuménico, la conciencia ecológica, la defensa e igualdad de género, la promoción del laicado, la globalización de la solidaridad, la lucha contra la pobreza…, seguro que tú también percibes estos y más “signos de los tiempos” en tu entorno.
En la Palabra de hoy que nos presenta el Apocalipsis, Juan sigue teniendo visiones dignas de una buena saga cinematográfica. En ellas, el ángel que encadena al dragón, las almas de los que no adoraron a la Bestia y que reinaron con Cristo, los muertos grandes y pequeños juzgados delante de los libros, el lago de fuego o la muerte segunda…, todo nos sigue hablando de la lucha entre el bien y el mal, del tiempo de Dios. Recordemos que estamos terminando el año litúrgico y el último libro de la Biblia nos recuerda que la victoria final es de Cristo y su reinado. Por lo tanto, se nos anima a reavivar la esperanza.
Volviendo a los signos, como el de la higuera del evangelio de hoy, en nuestras vidas personales, familiares, comunitarias, también hay signos de los tiempos, “brotes”, que nos llenan de esperanza. A estos signos y no a los del mal (a nuestra cizaña), nos invita a mirar el evangelio de hoy a las puertas del Adviento. ¿Cuáles son los signos que en ti y en tus cercanos te hablan de la presencia del Espíritu de Dios? Piénsalo, toma conciencia de ellos y descubre qué querrá Dios de ti y de los tuyos: amigos, familia, comunidad, gente con la que vives cada día en el trabajo y en los demás ambientes de tu vida. Y es por ahí, por esa realidad cotidiana, por la que tendremos que avanzar y llegar a Dios y mostrarlo a los demás. Ahí es por donde asoma el Reino, ese es el brote que anuncia el calor de Dios en ti. Que no seamos ciegos a estos signos, al lenguaje silencioso pero profundo de Dios. ¿Cuáles son tus “signos de los tiempos”, tus “brotes” de Dios?
Vuestro hermano en la fe:
Juan Lozano, cmf.