Comentario al Evangelio del viernes, 6 de noviembre de 2020
Fernando Torres cmf
Siempre que leo o escucho esta parábola siento una gran desazón. Al primer golpe, me parece imposible que Jesús propusiese como modelo a un señor que es un ladrón y un estafador. Y que, sobre todo, ha quebrado la confianza que su amor y patrón había puesto en él. Porque fue ladrón antes de despedirle y más aún todavía en ese corto tiempo que medio entre el anuncio del despido y el despido efectivo. Desde el punto de vista de la justicia, de la honradez, de la moral social, las actitudes y acciones de este administrador son inadmisibles.
Pero, por otra parte, también siento una cierta admiración por él. El hombre había vivido sisando mucho tiempo. Dice el diccionario que “sisar” es “hurtar algo o a alguien mediante sisa, cuando se maneja dinero ajeno, especialmente en la compra diaria.” Y que la “sisa” es la “parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas.” Es decir, el administrador llevaba toda vida “sisando”, defraudando a su amo. Pero no en la compra del pan o del arroz sino en cosas de mucha mayor importancia. Había convertido esa “sisa” en su forma de ganarse la vida.
El desastre viene cuando le pillan y, como consecuencia, le despiden. El problema es que se queda sin recursos. El salario que recibía lo pierde. Y pierde también el sobresueldo que era la sisa. Se queda sin nada.
Pues bien, le admiro porque en situación tan difícil y complicada, encuentra rápidamente una salida. No se queda de brazos cruzados, sentado en el suelo y llorando. Piensa y actúa rápidamente, antes de que su patrón se de cuenta de lo que está haciendo. Y se arregla el futuro. Ya no va a tener sueldo ni sobresueldo. Eso se ha terminado. Pero, al menos, va a tener a unos cuantos clientes de su patrón agradecidos a él y que, por el favor que les ha hecho, no dejarán que de con sus huesos en la calle. El administrador injusto y malo fue astuto. Y supo buscar una salida a una situación desesperada.
Creo que este es el punto central de la parábola en el que Jesús quiere que pongamos nuestra mirada. Jesús no quiere que ante las dificultades de la vida nos quedemos tirados en una esquina llorando. Nos urge a que actuemos, a que busquemos una salida. Cuando sabemos que nuestra vida, y lo que más queremos, está en juego, hay que salir adelante para defenderlo, para evitar que el desastre se lleve todo eso que hace que nuestra vida sea valiosa.
El administrador se preocupó de asegurarse el dinero para el futuro inmediato. Para él, el dinero era lo más importante. Quizá desde el punto de vista del Evangelio haya otros valores más importantes: la fraternidad, la misericordia, la familia, la dignidad de los hijos e hijas de Dios. Tenemos que ser astutos para defender todo eso que es lo más importante de nuestra vida. O quizá deberíamos pensar qué es lo verdaderamente valioso en nuestra vida, lo que nos gustaría defender a toda costa.