Comentario al Evangelio del Viernes 7 de Febrero de 2025
Queridos hermanos, paz y bien.
Consejos de vida eterna encontramos en la primera lectura. Útiles en el siglo I, y también hoy. Porque “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre”. Amor fraterno y hospitalidad, en los tiempos que corren, no sobran. Desconfiamos de los desconocidos, posiblemente con motivo, pero no todo el mundo es malo, hay ocasión de acoger a algún “ángel”, como les sucedió a varios personajes del Antiguo Testamento. Quizá no podamos visitar a muchos presos, o no conozcamos a nadie que esté siendo maltratado, pero siempre podemos rezar por ellos, o interesarnos por alguna organización no gubernamental que ayuda a esas personas, incluso colaborar económicamente.
La llamada a la fidelidad matrimonial es también muy oportuna. En estos tiempos de “usar y tirar”, cuando nada parece estable, recordar que el matrimonio es “para toda la vida” no sobra. Que cada uno revise cómo vive su compromiso matrimonial. Que vale más ser humilde y, sobre todo, prudente, evitando toda ocasión de pecado.
Confiar en la Providencia es también un buen recordatorio. Aunque no es nada fácil, cuando a cada paso tenemos que hacer frente a muchos gastos, y los ingresos no crecen. Deberíamos aprender a tener valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo”. Y, por qué no, revisar también cómo empleamos nuestro dinero. Que los pobres también estén presentes en nuestro presupuesto.
Y no dejéis de rezar por los pastores de la Iglesia, que buena falta nos hace. Sobre todo, imitad lo bueno, y ayudadnos a corregir los errores. Como podéis ver, una primera lectura que da mucho juego.
El Evangelio también nos recuerda lo malo que es el orgullo. Cuántas veces, por orgullosos, no hacemos lo que debemos hacer, o hacemos algo que no deberíamos hacer. Por guardar la cara o por “el qué dirán». Es lo que le pasó a Herodes. A pesar de que respetaba a Juan y le agradaba oírle, quizá porque nadie le decía las verdades como el Bautista. A pesar, digo, de todo esto, mandó decapitarlo, porque era más importante cumplir la promesa que quedar mal.
Sólo un par de apuntes para terminar esta reflexión. Seguramente nosotros no mandamos decapitar a nadie, pero puede que, en ocasiones, por culpa del orgullo, también tomamos decisiones equivocadas. Pidamos al Señor que nos ayude a ser humildes, a hacer lo correcto, a pesar de que nos cueste.
Y al Bautista lo decapitaron por decir la verdad. Por denunciar una situación irregular. Por ser profeta, en definitiva. No quiso mirar hacia otro lado, cuando podía haber vivido más tranquilo, y todo porque Dios le estaba pidiendo que hablara en su nombre. Nosotros no vamos a ir por la calle vestidos con piel de camello y comiendo saltamontes, pero quizá haya, a lo largo de la jornada, ocasiones para decir lo que está bien y lo que está mal. Aunque no sea fácil. Mirando siempre a Cristo, que es el mismo, ayer, hoy y siempre.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.