Comentario del Evangelio del día 16 de agosto de 2024
Los fariseos intentan, como en otras ocasiones, poner a prueba a Jesús con una pregunta sobre el divorcio. Tal vez se tratara de discutir teóricamente sobre un tema doctrinal o alguno, a lo mejor, intentaba encontrar una excusa perfecta para salir de un mal matrimonio. La respuesta de Jesús es tajante: se trata de conocer el plan original de Dios. Hombre y mujer, creados a su imagen y semejanza están destinados a ser una sola carne. Es lo que está escrito: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”.
El Evangelio de hoy no explica si hubo comentario de los que hicieron la pregunta, pero si de los discípulos que se asustan de un dictamen tan exigente y estiman que mejor sería no casarse. Participaban de las costumbres y la cultura ambiental, claramente más ventajosas para el varón. Jesucristo viene a afirmar la igualdad esencial entre hombre y mujer. Y también a anunciar un camino, el matrimonio es una llamada de Dios pero no la única porque hay llamados a “ser eunucos por el reino de los cielos”. No todos estamos hechos para el matrimonio. Cada uno debe elegir según el don recibido. Cada elección implica renuncias y sacrificios pero también su propia belleza y alegría.
Este ideal no siempre ha sido alcanzado en plenitud por los cristianos. La condición humana, pecadora, está expuesta a la tentación y a la caida. Sin embargo en la sociedad dominaba la conciencia de lo que es virtuoso y digno.
Esa conciencia casi ha desaparecido en nuestra sociedad occidental desarrollada. Parece que lo digno de aplauso y admiración es la “liberación sexual” del siglo XX. Y entre muchos de los que nos creemos seguidores de Jesucristo lo que predomina no es una afirmación firme y atrevida de su Palabra sino más bien un silencio cobarde o una aceptación resignada porque “las cosas han cambiado”… Y hay que mimetizarse con el paisaje.
Al menos en nuestro camino de casados o célibes por el reino, que brille el esplendor de la vocación recibida y pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para elegir según el corazón de Cristo.
Virginia Fernández