Comentario del lunes de la Tercera Semana de Pascua (15-04-2024)
Queridos hermanos, paz y bien.
Estamos en la tercera semana de Pascua. Siguen resonando los ecos de la alegría pascual, cuando por todo el mundo se oyó la invocación de “Ha resucitado el Señor”. Y, como en Navidad, enseguida se mezclan la alegría y el martirio. Esteban, el “protomártir”, se enfrenta a falsas acusaciones, porque no pueden con su sabiduría. Es lo que tiene haber sido testigo de la resurrección. Y haber recibido el Espíritu, para poder ser testigo. No puede callar, tiene que contarle a todo el mundo que Cristo está vivo. A pesar de lo que le supone.
En el Evangelio, vemos cómo alrededor de Jesús se agolpaba mucha gente. Algunos, simplemente, porque sacaban tajada de estar cerca. Pan y peces gratis. Otros, porque las palabras de Jesús les ayudaban a encontrar el sentido de la vida. Muchos, seguramente, por curiosidad, sin saber muy bien qué pensar de ese hombre que hablaba tan bien, y llevaba a cabo esos “milagros”, gestos que confirmaban sus palabras. Cada uno conocía el motivo de su seguimiento.
Hoy, también cada uno de nosotros tenemos nuestros motivos para seguir a Jesús. Pero, sobre todo, sabemos que el mismo Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos. Sabe por qué estamos con Él. A veces, nuestros motivos no están claros ni para nosotros mismos. O no son tan puros como nos parece. Incluso en la vida religiosa o sacerdotal, sobre todo al comienzo, hay que ayudar a discernir las motivaciones (busco que amen a Dios o que me amen a mí, que soy el más alto y el más guapo y el más listo…) Es importante, de vez en cuando, recordar que a Cristo lo seguimos porque Él nos ha llamado, no solo porque nos sea rentable.
Me gustaría recordar que, a pesar de todo, incluso si nuestros motivos no son del todo claros, Él siempre perdona. Sí, murió por todos – incluidos los “traidores” – para darles la salvación.
Pensamos hoy en los motivos por los que seguimos a Jesús. Si es la repuesta a su amor, o si le queremos por el “interés”. Y, si algo no va como debería, pedir perdón y reorientar nuestro “navegador espiritual”.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.