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Fecha

30 Abr 2024
Finalizdo!

La paz de Cristo en medio de la turbación

No hay que aprovecharse indebidamente del bien realizado, decíamos ayer, pero es que, además, tampoco compensa, como se echa de ver con claridad en la primera lectura de hoy, que sigue inmediatamente a la del día anterior: los éxitos humanos son inestables y mudables, y las tornas se cambian rápidamente, de modo que los que ayer querían adorar a Pablo y a Bernabé, hoy quieren matarlos, y poco les faltó para que lo consiguieran. Pero a los que hacen el bien en nombre de Cristo estos cambios de viento no los detienen ni les arredran: Pablo y Bernabé siguen anunciando el Evangelio, convirtiendo a las gentes, exhortándolas, organizando las nuevas comunidades, orando y ayunando. Y, al final, vuelven a Antioquia a rendir cuentas de lo realizado. La misión no es de Pablo o de Bernabé, sino de la Iglesia que los envía, y por eso toda ella está implicada, porque es, en realidad, una misión del mismo Dios.

Lo que hacen Pablo y Bernabé, los apóstoles, y lo que debe continuar haciendo la Iglesia es acoger, compartir y transmitir la paz que Cristo nos ha dejado. No es una paz como la que da el mundo: ya sea la mera ausencia de violencia, ya sea, lo que no es infrecuente, la paz de los cementerios. La de Cristo es una paz que el discípulo lleva dentro de sí, en medio de una actividad febril, o en una situación de turbulencia y persecución, cuando, como dice Jesús, el príncipe de este mundo acosa a los creyentes. Es una paz que vence en medio de la turbación, porque es la expresión y la consecuencia del amor de Cristo por el Padre, y que por voluntad del Padre él nos transmite a nosotros; es el amor que le hace actuar como el Padre le ha ordenado, y que nos ordena actuar a nosotros como testigos de Cristo y portadores de su paz.

Cordialmente,

José María Vegas, CMF

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