Liturgia viva del lunes de la xii semana del tiempo ordinario, feria
LA VIGA EN TU PROPIO OJO
(2 Re 17:5-8, Mt 7:1-5)
Introducción
Por desertar de Dios, el Reino del Norte de Israel es castigado por medio de la destrucción del país y del exilio de su pueblo.
Evangelio. Para la gente que camina teniendo al Señor a su lado no hay lugar para complejos de superioridad. No podemos mirar con desdén y desprecio a las personas de nuestro entorno, solo con el fin de condenarlas. Todos hemos recibido el mismo llamado en Cristo. ¿Acaso no juzgamos con frecuencia y condenamos en otros lo que, consciente o inconscientemente, no condenamos en nosotros mismos? A veces incluso hasta secretamente nos alegramos de que nuestro hermano o hermana adolezcan de nuestros mismos defectos, pero en grado superior al nuestro. Si aplicamos la ley a otros, Dios nos va a medir con la misma severidad de la ley. Miremos dentro de nosotros mismos y saquemos la viga de nuestros propios ojos antes de descubrir la mota en los ojos de los demás.
Colecta
Señor Dios nuestro:
Somos gente que todavía no hemos visto
lo que preparas para nosotros;
sin embargo, tenemos que creer en tu palabra
y caminar hacia adelante en fe y esperanza.
Danos fe, Señor, una fe profunda
que no pida más certeza
que la de que tú sabes a dónde nos conduces
y que todo está bien y seguro
porque tú eres nuestro Dios y Padre
que nos ama, por los siglos de los siglos.
Intenciones
- Señor, no nos permitas complacernos en juzgar a otros, sino, como tú lo hiciste, en perdonarles sinceramente, oremos.
- Señor, que nuestra fe sea un acto de confianza de que estamos en tus manos, de que tú nos quieres felices y sabes a dónde nos conduces, oremos.
- Que el ser conscientes de nuestros propios defectos nos disponga a dejar a un lado nuestra irritación ante los disparates de los demás, oremos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Padre compasivo y generoso:
Tú nos das tus buenos dones sin medida,
pues eres nuestro Padre.
Acepta en estas ofrendas de pan y vino
nuestro gran deseo de aprender de tu Hijo
a amarnos unos a otros sin medida,
de aprender a entendernos mutuamente
y marchar juntos por los caminos de la paz,
la paz de Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios, Padre nuestro:
Tu Hijo vino al mundo
no para condenarlo sino para salvarlo.
Para eso, ahora, en esta celebración eucarística
se entrega a sí mismo por nosotros
Queremos compartir esa su actitud de entrega.
Haznos mirar dentro de nuestros corazones
y aprender a ver en nuestros prójimos,
más allá de sus faltas y defectos,
el rostro de aquél que vino
para perdonarnos con bondad
y colmarnos con su vida,
Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
“No juzguen y no serán juzgados”, nos ha dicho el Señor. La tendencia a juzgar es tan fuerte y persistente entre nosotros que es muy difícil de erradicar. Que el Señor les haga más profundamente cristianos, para que les pueda juzgar más benignamente. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca siempre. R. Amén.