Liturgia Viva del Lunes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario. El Dulce Nombre de María
LA MESA DE UNIDAD (Año II. 1 Cor 11:17.26, 33; Lc 7:1-10)
Introducción
Primera Lectura. Pablo hace una fuerte declaración contra los corintios por su división entre ricos y pobres durante la celebración eucarística. Subyacente a esta reprimenda está el hecho de que los discípulos de Corinto actúan contra algo totalmente básico del cristianismo: el cuerpo eucarístico de Cristo edifica la Iglesia como su cuerpo eclesial. Si comen el único cuerpo de Cristo y comparten la misma copa de salvación, ellos deberían ser uno. Tienen que ser también el signo de la unidad de toda la humanidad en Cristo Jesús.
Evangelio. Hoy contemplamos la bella escena del oficial militar o centurión romano, quien, por medio de emisarios, pide a Jesús que cure a su esclavo. Él amaba al pueblo judío y tenía fe en Jesús, por lo que había oído acerca de él y de sus milagros. Y, algo insólito en un mundo de esclavitud, otra señal de su fe es que pidió por la curación de un esclavo. — De él tomamos también las palabras que utilizamos en la celebración eucarística, en el momento de la comunión: que “no es digno de que Jesús vaya a su casa.”
Oración Colecta
Padre de bondad:
Tu maravilloso sueño y propósito es
unir a todos como hermanos en tu Hijo Jesús.
No permitas que tengamos mesas separadas
o reservas de mesa excluyentes
ni en la eucaristía
ni en la vida normal de nuestras comunidades.
Sea cual sea nuestra procedencia social,
ricos o pobres, santos o pecadores,
sanos y robustos o débiles y enfermos,
guárdanos siempre unidos en mutuo respeto y amor
en la Iglesia, único cuerpo místico de tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Para que, por fin, llegue el día en que todos los que creemos en Cristo podamos sentarnos a la misma mesa para partir el Pan vivo de Jesús, en la eucaristía, roguemos al Señor.
- Para que la eucaristía nos edifique como familia cristiana, como Iglesia, uniéndonos más como cuerpo de Cristo, en oración y acción de gracias a Dios, y en atención a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres, débiles y necesitados, roguemos al Señor.
- Para que la eucaristía vincule y una a toda la comunidad y nos lleve por el camino del sincero perdón, de la aceptación mutua y del compartir solidario, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios, Padre de todos:
Concédenos que este santo banquete festivo de la eucaristía
sea de verdad para nosotros la “Cena del Señor”,
en la que dejamos aparte nuestras peleas y diferencias,
no solo por un momento, sino olvidándolas definitivamente.
Que tu Hijo aquí presente en medio de nosotros
nos haga uno de mente y corazón como familia a quien tú amas
en Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Oh Dios, único Padre de todos:
En esta eucaristía
hemos gozado juntos de la hermandad
siendo todos uno, durante un rato,
sentados a la mesa de tu Hijo.
Te damos gracias por habernos hecho uno
aun permaneciendo diferentes a los demás,
cada uno con su propia identidad y carácter,
con sus cualidades propias
e incluso con sus faltas y defectos.
Gracias por liberarnos
de la monotonía de la idéntica uniformidad.
Permítenos, pues, que te entonemos
una sinfonía viva compuesta de muchas voces
en gratitud y alabanza.
Y sigue nutriéndonos con el mismo pan,
unidos todos por la misma mente y el mismo corazón
de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Es una verdadera vergüenza que hermanos que se encuentran en el Señor, escuchan su palabra, y se alimentan de la misma mesa con el mismo pan de la eucaristía estén divididos y fomenten discriminación y desintegración entre unos y otros.
Para permanecer siempre unidos en el mismo amor, que Dios, en su bondad, nos bendiga a todos, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que esta bendición dure por siempre.
El material que aquí te ofrecemos está tomado de la obra del P. Camilo Marivoet, cicm y publicada en Filipinas por Claretian Publications (en inglés) con el título de LITURGY ALIVE. La traducción y adaptación es del P. Carmelo Astiz, misionero claretiano.