Liturgia Viva –  Miércoles de la III Semana de Cuaresma

Fecha

26 Mar 2025

LOS MANDAMIENTOS, SIGNOS DE LIBERTAD Y DE AMOR
(Dt 4,1.5-9; Mt 5, 17-19)

Introducción

¿Qué sentido tienen para nosotros los mandamientos de la Ley de Dios? Para algunos, son el resumen y la cima de toda moralidad; para otros, regulaciones estrechas y fuera de moda; y aún para otros, obstáculos para la libertad del Evangelio.
Para Israel eran la expresión de fidelidad a Dios y al pueblo entero, como parte de la Alianza con Dios. Los mandamientos eran el camino para liberarse de toda forma de esclavitud: de los otros dioses, del egoísmo, del rencor, de la explotación de una persona por otra… Eran el signo de pertenencia del pueblo a Dios, y de la cercanía de Dios al pueblo. Y testificaban que el amor a Dios y el amor al prójimo no pueden separarse.
En Cristo, todo esto queda cumplido, y mucho más. Los mandamientos permanecen, y se convierten en un paso fundamental, no hacia la salvación por medio de observancias concretas, para buscar comunicación con Dios en Cristo y comunión con nuestro prójimo; y están animados por el amor.

Oración Colecta

Señor Dios nuestro:
Tú nos has dado tus mandamientos
para ponernos en el camino de la auténtica libertad,
libertad de todas formas de alienación.
Te pedimos que aprendamos a obedecerlos
no para salvarnos por medio de observancias
ni para hacerte favores a ti,
sino para, siendo libres,
entregarnos  a ti y a tu pueblo
y vivir en tu amor,
con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Intenciones

Para que aprendamos a percibir los mandamientos, no como obstáculos a nuestra libertad, sino como los percibía el pueblo de Dios en la antigüedad: como guías para la fidelidad y para la genuina libertad, roguemos al Señor.

Para que no nos veamos enredados en la letra de la Ley, sino que sirvamos al Señor con la libertad de los hijos e hijas de Dios, como Jesucristo nos enseña en el evangelio, roguemos al Señor.

Para que constantemente nos preguntemos no tanto qué tenemos que hacer, sino más bien qué podemos hacer para amar cada día más a Dios y a los hermanos, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios nuestro:
Tú estás cerca de nosotros, en tu Hijo Jesucristo.
Queremos que él nos haga conscientes
del precio que pagó por nuestra libertad.
Al sentarnos ahora a la mesa eucarística con él,
le pediremos que nos dé la gracia y la fuerza
para darte una respuesta de libertad
para que con él te amemos a ti
como hijos e hijas tuyos,
ahora y por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro:
Tú nos has elegido para ser tu pueblo.
Que tu Hijo esté vivo en nosotros,
para que con él te seamos fieles a ti,
y marchemos juntos hacia adelante
para edificar una tierra de libertad
y para compartir los unos con los otros
hasta que tú te nos des totalmente por siempre.
Te lo pedimos por el mismo Cristo nuestro Señor.

Bendición

Hermanos: Que el gran mandamiento que nos dio Jesús guíe nuestra vida y la haga rica y hermosa. Lo recordamos: “Amen a Dios,  y a su prójimo como a ustedes mismos”.  Contamos con la fuerza del Señor.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

 

 

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