Liturgia viva del miércoles de la octava de Pascua
CAMINANDO CON EL SEÑOR (Hch 3,1-10; Lc 24,13-35)
Introducción
A nosotros nos puede pasar como a los discípulos de Emaús: que en el camino de nuestra vida estemos como peregrinos desalentados y sin ilusión.
Sin ser conscientes de la presencia de Dios, viajamos, conversamos con extraños o con amigos, comemos, somos indiferentes, tenemos poca esperanza. Pero, cuestionados por las palabras y la presencia del Señor Resucitado, seguimos caminando con él como con nuestro hermano y Señor, le reconocemos en los hermanos y, de modo particular, “al partir el pan” en nuestras asambleas eucarísticas, y así llegamos a ser un pueblo de esperanza. Le reconocemos también al partir y repartir el pan con los hermanos, cuando compartimos los unos con los otros todo lo que tenemos. Y si lo hacemos así, la gente seguramente reconocerá también a Jesús en nosotros. — Como el cojo de la Primera Lectura, nos paramos y ponemos de pie, brincamos con alegría y con esperanza. También damos gozosa alabanza a Dios de palabra y de obra.
Oración Colecta (Dos Opciones)
1. Oh Dios y Padre nuestro:
Tú eres un Dios no de muertos,
ni tampoco de personas paralizadas
por sus temores y limitaciones,
sino que eres el Dios de vivos.
Resucítanos y haznos marchar animosos,
con alegría y esperanza
como nuevos discípulos de Emaús,
compañeros de camino
de aquel a quien resucitaste de entre los muertos,
Jesucristo, nuestro Señor Resucitado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
2. Señor Dios nuestro:
Tu Hijo está en medio de nosotros,
pero su rostro se nos oculta.
Ayúdanos a reconocerle
en nuestros hermanos, compañeros de camino:
En el hombre que carece de alimento y de empleo,
en la mujer que ha sido abandonada,
en el niño que mendiga en la esquina de la calle
o en el cruce de semáforos…
Danos un corazón bueno y generoso,
para que no pasemos de largo ante ellos
con ojos obnubilados,
ya que ese hombre o ese niño o esa mujer
representan vivamente para nosotros a tu Hijo,
Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Señor Resucitado, camina siempre con tu Iglesia cuando sea perseguida o luche con dificultades que amenacen su unidad, y así te pedimos.
- Señor Resucitado, camina con nuestras comunidades cuando se sientan acosadas por conflictos, luchas, injusticias y pérdida de fervor, y así te rogamos.
- Señor Resucitado, sigue caminando con nosotros cuando nos sintamos confusos, minados por la duda, duros de cabeza y lentos para entenderte a ti y a tu evangelio, y así te rogamos.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios de luz y de vida:
Como los dos discípulos de Emaús,
somos torpes de corazón
y lentos para entender
de qué modo tu Hijo camina con nosotros
en cada momento de nuestra vida.
Ayúdanos a reconocer su presencia
en estos humildes signos de pan y vino
y que él inflame nuestro corazón
cuando escuchemos su voz.
Que nos percatemos de su cercanía
en esta eucaristía,
en los acontecimientos de la vida
y en los hermanos que nos rodean.
Porque él es nuestro Señor Resucitado
por los siglos de los siglos.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Hemos escuchado las palabras de tu Hijo
que cuestionan nuestra apatía y pesimismo,
y él ha movido nuestros corazones.
Nos hemos sentado a la mesa con él
y él ha partido de nuevo para nosotros
el pan de sí mismo.
Envíanos ahora en misión
a nuestros hermanos y hermanas,
para llevarles la Buena Noticia salvadora:
Que tu Hijo está vivo y resucitado
y que ahora podemos realizar juntos,
unos con otros, en fraternidad,
este viaje de vida y esperanza.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor,
que vive contigo y permanece con nosotros,
ahora y por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: ¡Ojalá también nosotros pudiéramos decir con los discípulos de Emaús. ¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras Jesús caminaba con nosotros por el camino y nos revelaba su Buena Noticia?
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.