Liturgia Viva del Sábado de la III Semana de Pascua
SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?
(Hch 9,31-42; Jn 6,60-69)
Introducción
Tan pronto como hubo paz, la Iglesia del Señor Resucitado siguió creciendo en la Tierra Santa. Bajo la guía del Espíritu Santo, Pedro continúa la misión de Jesús: habla, cura, devuelve la vida.
En la lectura del evangelio, muchos discípulos están decepcionados con Jesús. Habían esperado otro tipo de Mesías, uno que dirigiera a sus discípulos, no uno que les sirviera y que les diera su carne para comer. ¿Cómo podría hacerlo, de todos modos? Mucha gente, incluido un buen número de discípulos, volvieron la espalda a Jesús y le abandonaron. Los que permanecían quizás no estaban demasiado seguros sobre qué pensar y qué hacer. Así pues, Jesús confronta a los apóstoles y les pregunta: “¿Y ustedes, qué?”. Pedro responde: “Señor, ¿a quién iremos?” — Sí, ¿a quién iremos, nosotros también?
Oración Colecta
En las múltiples opciones que tenemos que tomar cada día
danos el valor de optar siempre
por tu Hijo y su forma de vida
y de permanecer siempre cercanos e íntimos a él.
Bendice el camino difícil que a veces tenemos que tomar
sin ver claro a dónde nos conducirá.
Líbranos de tomar decisiones poco entusiastas
cuando nuestra fe sea más bien débil
y haznos aceptar todas las consecuencias de nuestra opción.
Consérvanos siempre fieles,
por Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Para que el evangelio del Señor siga impactando a los ministros de la Iglesia como un mensaje siempre nuevo, y que atinen a proclamarlo con ardor y convicción, roguemos al Señor.
- Para que aquellos a quienes el Señor ha llamado para servirle en el sacerdocio y en la vida consagrada continúen entregándose a sí mismos con alegría y con fidelidad, a Dios y a su pueblo, roguemos al Señor.
- Para que los que no encuentran ni meta ni sentido en la vida descubran un Dios a quien amar y adorar, sobre todo a través de la vida de fe y de amor que encuentren en nuestras comunidades cristianas, roguemos al Señor.
Oración sobe las Ofrendas
La muerte de Jesús, tu Hijo, fue el precio
que tuvo que pagar él por nuestra libertad.
En esos signos de pan y vino
él se nos da de nuevo
como nuestra comida y bebida de vida.
Impulsados con su fuerza,
queremos caminar por su senda
hacia ti y hacia los hermanos
como carne y sangre entregadas para otros,
con fe y esperanza en tu reino;
reino que permanecerá firme
por los siglos de los siglos.
Oración después de la Comunión
En respuesta a tu invitación de amor
te hemos elegido,
por medio de nuestros padres y padrinos,
como el Dios de nuestras vidas.
Con la fuerza de la eucaristía,
en la que acabamos de participar,
ayúdanos a renovar cada día
esta nuestra entrega a ti y a tu reino.
Que tu Hijo edifique con nosotros
una comunidad de justicia, de paz y de servicio,
y, si tarda en cuajar,
danos la seguridad de que, cuando llegue la hora,
la semilla crecerá y dará fruto ubérrimo,
que durará por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Hemos optado por Dios cuando recibimos el bautismo. Que nuestra conducta y nuestra vida no contradigan nunca esta opción, sino que la refuercen. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.