Liturgia Viva – Sábado de la XV Semana del Tiempo Ordinario
¡EL SIERVO DISCRETO… A LA TIERRA PROMETIDA!
(Año I. Ex 12:37-42; Mt 12:14-21)
Introducción
Año I. En la primera lectura escucharemos cómo el pueblo de Dios comienza su marcha hacia una tierra de su propiedad, donde podrán servir al Señor en libertad y ser el reino viviente de Dios: la Tierra Prometida. Pero la marcha será larga, lenta, marcada por sufrimientos, confusiones y vacilaciones, rebeliones momentáneas y traiciones. Pero Dios está con ellos: “Él no duerme”, dice el texto de hoy. Para los hebreos, lo mismo que para nosotros, Dios está como centinela, vigilando en la noche.
Evangelio. Jesús se nos presenta hoy como el siervo de Dios que trae curación al pueblo, sin llamar la atención sobre sí mismo: El hace visible el tierno cuidado que Dios tiene de su pueblo. Él respeta y sana al frágil y pequeño.
Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú nos diste a Jesús, tu Hijo,
como el sabio y perfecto siervo tuyo
y también como infatigable servidor del pueblo.
Infunde tu Santo Espíritu en nosotros,
para que, como Jesús,
llevemos a los débiles y desposeídos,
su poder sanador y su justicia
con sencillez y humildad,
sin atraer atención sobre nosotros.
Que la gente se percate de que lo que le ofrecemos
es tu cariñoso afecto y atención, tal como nos enseñó
el mismo Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Intenciones
- Para que aprendamos de Jesús a ser discretos y humildes en nuestro amor y servicio a los pobres. Roguemos al Señor.
- Para que aprendamos de Jesús a ser muy respetuosos los unos de los otros y que nos preocupemos sobre todo de los que sufren, heridos por la vida. Roguemos al Señor.
- Que el Señor nos comunique su Santo Espíritu para poder trabajar audazmente en nuestro mundo por la justicia, la honestidad y el derecho y dignidad del hombre. Roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Este pan y vino que ahora te presentamos
se van a convertir para nosotros
en el cuerpo y sangre de tu Hijo querido, Jesucristo.
Que el Espíritu Santo permanezca en nosotros
y nos renueve como pueblo que vive fielmente,
sin mediocridad ni términos medios,
el mensaje de justicia y amor, y la vida misma,
de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Tú nos has llamado a ser
hermanos y hermanas de Jesús, tu Hijo,
y a tomar parte en su sublime tarea
de servir y curar a los hermanos.
Cólmanos de su actitud de compasión
y de su discreto y afectuoso amor
que levanta a los heridos por el pecado
y a los que se sienten rotos en la vida
Ayúdanos a restaurar a la gente destrozada en su dignidad humana
y a hacerles conscientes de que son hijos e hijas tuyos,
a quienes tú amas tiernamente
en Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Hemos oído a Dios afirmar que Jesús es el siervo que le agrada. Jesús nos hace a nosotros también siervos de Dios, con él. Que ojalá nosotros también le agrademos y que él, como Dios todopoderoso, nos bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.