Liturgia Viva del Sábado de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario. Santa María en sábado
EL DIOS DE LOS VIVOS
(Año II. Ap 11,4-12; Lc 20,27-40)
Introducción
Año II. En el tiempo en que las persecuciones de la Iglesia habían comenzado, el Libro del Apocalipsis habla de cómo gente y fuerzas malvadas asesinan a los que dan testimonio del evangelio con sus vidas. Pero, como los huesos secos en Ezequiel, los mártires resucitarán a una nueva vida e irán al cielo.
Evangelio. “Dios es el Dios de los vivos”, dice Jesús. Llama de nuevo a la vida a los que murieron; la muerte es vencida, ya que Cristo resucitó de entre los muertos. Los testigos de la Primera Lectura son asesinados por los poderosos de este mundo porque se oponen al abuso de poder, pero Dios los resucita a una nueva vida. La resurrección es el centro y corazón de nuestra fe, no solamente como prenda y promesa para seguir viviendo después de la muerte en la alegría de Dios, sino ya ahora como un poder que nos impulsa a ayudarnos mutuamente unos otros a realizarnos en la dignidad humana, en la justicia, en la paz y en el amor servicial. No podemos morir para siempre, porque Dios no puede dejar de amarnos.
Oración Colecta
Oh Dios, origen y fin de toda vida:
Te has entregado a nosotros
con un amor que nunca acaba.
Danos la esperanza inquebrantable
de que has preparado para nosotros
una vida y una felicidad
más allá de los poderes de la muerte.
Que esta firme esperanza nos sostenga
para encontrar alegría en la vida
y para afrontar resueltamente y sin temor
sus dificultados y desafíos,
por Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Para que mantengamos la buena lucha contra todo lo que es mortífero para la vida cristiana: como formas de trabajo deshumanizante, supresión de la libertad, miedo paralizante, falta de amor y compasión, roguemos al Señor.
- Que todos los que sufren y los agonizantes compartan nuestra fe en la resurrección y encuentren fortaleza al saber que Dios les ama en la vida y más allá de la muerte, roguemos al Señor.
- Que nuestros queridos difuntos prolonguen su vida en nosotros, en la vida que nos dieron, en la fe que nos transmitieron y en el bien que nosotros hagamos, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios de los vivos:
En estos signos de pan y vino
celebramos la memoria de Jesús, tu Hijo.
Él murió por nosotros,
pero está vivo ahora aquí entre nosotros
como nuestro Señor resucitado.
Fortalécenos con su cuerpo y con su sangre
y concédenos que tengamos gran respeto
por nuestro propio cuerpo
en el que esperamos un día resucitar.
Que, como tu Hijo Jesús, sepamos usarlo
para servir, amar y darte gracias,
y para extender generosamente la mano
a nuestro prójimo necesitado,
por el poder de Jesucristo, nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Oh Dios de los vivos:
Tú quieres que sigamos viviendo
más allá aún de la muerte
como personas completas, plenamente humanas,
y, aún así, totalmente transformadas por tu amor
que nos hace tus hijos e hijas.
Danos la convicción, tranquila pero firme,
de que la vida tiene sentido y vale la pena vivirla
y de que la muerte no es el final de todo,
sino el comienzo de una nueva forma de vivir.
Que esta certeza nos anime
a compartir nuestra esperanza
con los que encuentran muy poco sentido a su vida.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Formamos un pueblo de esperanza y alegría, porque Jesucristo vive, está resucitado. Estamos seguros de que también nosotros resucitaremos un día con él. Por eso, nuestra esperanza en el amor y en la vida de Dios es inquebrantable.
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.