Liturgia viva del San Buenaventura, obispo y doctor de la Iglesia
EN LAS MANOS DE DIOS
(Año I. Gen 49:29-33; 5º:15-26; Mt 10:24-33)
Introducción
Año I. “No tengan miedo”, les dijo José a sus hermanos. Él les perdonó, al percatarse de que su propio sufrimiento pasado causado por ellos, fue providencialmente como la semilla del futuro del pueblo de Dios.
Evangelio. “No tengan miedo”, dice tres veces Jesús a sus discípulos. Aun cuando, como él, sean perseguidos, y aparentemente fallen en su misión, están en las manos de Dios. Dios se preocupa y cuida de los suyos. No se puede construir el reino de Dios sin cruces y sin sacrificios, y sin ser rechazados por un mundo que quiere crear su propio futuro prescindiendo de Dios.
Colecta
Oh Dios, creíble y digno de toda confianza:
Tú estás presente con nosotros en todo,
incluso en nuestras miserias,
y te preocupas y cuidas de los tuyos.
Haz más profunda nuestra confianza en ti
y haznos miedosos de una sola cosa:
de llegar a ser instrumentos del mal.
Al contrario, haznos mensajeros
de la buena noticia
de que el mal y la maldad pueden ser vencidos
y de que tu justicia y bondad prevalecerán.
Danos fe firme y sana confianza
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Por la Iglesia, para que, libre de cualquier miedo paralizante, tenga valor y audacia, nacidos de la fe, para dar testimonio de las exigencias del evangelio. Roguemos al Señor.
- Por los que presiden las celebraciones litúrgicas, para que tengan un profundo sentido de la santidad de Dios y, al mismo tiempo, una conciencia clara de sus propios defectos y limitaciones. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que nunca tengamos miedo a los que nos amenazan o ridiculizan a causa de nuestra fe, mientras vivimos plenamente confiados en Dios, que nos lleva en la palma de su mano. Roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre digno de confianza:
Tu Hijo Jesucristo se comprometió
a luchar contra el mal
a riesgo de ser perseguido,
y fue víctima de su propia lucha.
Mientras nos encontramos con él aquí
a través de estos signos de pan y vino,
que él nos ayude a entender más claramente
que el discípulo no está por encima de su maestro,
y, por lo tanto, que no podemos hacer realidad su reino
sin ser desgarrados y rechazados por este mundo.
Padre: Nosotros confiamos en ti
por Cristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Oh Dios, justo y santo:
Hemos participado gozosamente
en la mesa de tu Hijo,
y estamos dispuestos a compartir
su vida y su misión.
Danos la gracia de no tener nunca miedo
y de ser intrépidos, como Jesús.
Ayúdanos a estar plenamente convencidos
de que nuestra vida y nuestra muerte
están en tus manos,
y de que nuestras cruces y sacrificios
llevan en sí las semillas de alegría y felicidad eternas.
Danos esta fe firme y esta inquebrantable fortaleza
por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: No tengamos miedo de profesar y de vivir con valentía nuestra fe. Confiemos en el Señor que nos apoya con su fuerza. Que Dios todopoderoso nos fortalezca y nos bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y que esta bendición permanezca para siempre.