Liturgia Viva del VI Domingo del Tiempo Ordinario

Fecha

13 Feb 2022
Finalizdo!

DOMINGO SEXTO (Ciclo C)
Aquellos a Quienes Dios Hace Felices. Dios Está con Los Pobres

Saludo (Ver la Primera Lectura)
Que toda bendición venga sobre ustedes,
que se reconocen pobres
y por tanto ponen su confianza en el Señor;
Toda bendición sobre ustedes
ya que el Señor es su esperanza.
Que la gracia del Señor esté siempre con ustedes.

Introducción
1.    Aquellos a Quienes Dios Hace Felices
    La gente que tiene todo lo que necesita,  o que  piensa que necesita, no se abre fácilmente a Dios, ni tampoco a otras personas. Por otra parte, personas que atraviesan dificultades son generalmente más abiertas a los demás, más receptivas a la ayuda y al amor de Dios y de los hermanos, y por consiguiente, son también más abiertas para ver las necesidades de otros y para ayudarles; ya que saben por experiencia lo que significa ser pobre, preocupado, afligido y dependiente de otros. — Jesús nos pide hoy que lleguemos a ser personas dispuestas a sentir nuestras propias necesidades y a depender de Dios. Entonces nos abriremos más fácilmente a nuestro prójimo, tanto para recibir como para dar.  — Reconozcamos ahora nuestra pobreza y dependencia ante el Señor.

2.    Dios Está con Los Pobres  
    A los torpes y desdichados, a los que sufren y son perseguidos, el Señor les asegura: “¡Considérense felices y dichosos, porque yo estoy con ustedes! Nunca les abandonaré. Les voy a cargar sobre mis hombros, porque ustedes son conscientes de su pobreza y confían en mí”.  — Pidamos al Señor que nos cuente entre los pobres que se fían de él  y confían en él,  y que nos acoja en su reino.

Acto Penitencial
Con demasiada frecuencia somos demasiado autocomplacientes como para dejar lugar a Dios y a los hermanos… Pidamos ahora perdón a Dios y los unos a los otros.
    (Pausa)

  • Señor Jesús, tú te hiciste pobre por nuestra causa para enriquecernos con tu perdón y tu vida.
    R/ Señor, ten piedad de nosotros.
  • Cristo Jesús, tú viniste para unirte a nosotros en nuestras miserias, para curarnos y para traernos gozo y alegría.
    R/  Cristo, ten piedad de nosotros.
  • Señor Jesús, tú provocas en nosotros hambre de amor duradero para colmarnos con tu felicidad eterna:
    R / Señor, ten piedad de nosotros.
Perdona nuestras debilidades, Señor, y haz que vivamos para ti y para los hermanos.
Llévanos a la vida eterna.

Oración Colecta

Pongamos nuestra confianza en Dios
y esperemos todo de él
a causa de Jesús, nuestro Señor resucitado.
        (Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú solicitas hoy de nosotros, por medio de tu Hijo,
que nos va a proclamar las Bienaventuranzas,
elegir libremente y con responsabilidad
el tipo de felicidad que perdure.
Que el evangelio de las Bienaventuranzas nos mueva
a reconocer la vaciedad y pobreza
de las riquezas materiales y del poder humano
y llene nuestra indigencia y pobreza
con la riqueza y la libertad
de tu verdad, tu amor y tu justicia,
que tú nos ofreces por medio de Jesucristo,
tu Hijo resucitado y Señor nuestro
por los siglos de los siglos.

Primera Lectura (Jer 17,5-8): Una Maldición o una Bendición: Esa es tu Opción
    Por medio del profeta, Dios pide a su pueblo escoger entre dos caminos:  los caminos humanos o el camino de Dios. Solamente el camino de Dios conduce a la felicidad.

Segunda Lectura (1 Cor 15,12.16-20): Si Cristo No ha Resucitado, Nuestra Fe Es Ilusoria.
    Cristo resucitó de entre los muertos. Su resurrección es la señal y promesa de que nuestros pecados están perdonados, de que la vida vale la pena, y de que un día resucitaremos con él.

Evangelio (Lc 6,17.20-26): ¡Felices Ustedes… Ay de Ustedes…!
    Considérate dichoso y afortunado, dice Lucas, si eres pobre y rechazado, porque entonces estás abierto todavía a Dios.  De los autosatisfechos es de quienes tenemos que tener lástima, porque se cierran al futuro prometido por Dios.

Oración de los Fieles (J. Feder, adaptado)
Jesús nos ofreció su propia definición de quiénes son felices y de quiénes  hay que tener compasión. Pidámosle que nosotros juzguemos y vivamos  no según nuestros esquemas mentales sino según los suyos, y digamos: R/ Señor, escucha nuestra oración.

  • Por los pobres y afligidos, para que el Señor cumpla su promesa y les conceda sus expectaciones; por los satisfechos, para que el Señor cambie sus corazones y les haga capaces de amar generosamente, roguemos al Señor.  R/ Señor, escucha nuestra oración.
  • Por los que padecen hambre, para que el Señor mismo les dé el pan de vida eterna, y a nosotros nos inspire a compartir con ellos nuestro pan de cada día; y por los que se sienten ahora llenos de sí mismos,  que  el  Señor  les  despierte su hambre interior y abra sus corazones  para  que confíen  en él, roguemos  al  Señor. 
    R/ Señor, escucha nuestra oración.
  • Por los que ahora lloran, para que el Señor les consuele con su amor; y por los que ahora ríen, para que les recuerde la seriedad de la vida y les haga capaces de reflexionar y de cambiar de actitudes, roguemos al Señor. 
    R/ Señor, escucha nuestra oración.
  • Por los que son  insultados, odiados, rechazados, para que el Señor una sus sufrimientos a su propio sufrimiento; por los que  reciben alabanzas y son halagados y adulados, para que el Señor los despierte de su autocomplacencia y les revele también a ellos el misterio de su cruz, roguemos al Señor. 
    R/ Señor, escucha nuestra oración.
Señor Jesucristo, tú quisiste experimentar  la pobreza, el hambre, el sufrimiento y la persecución, que son el lote de tantos hombres y mujeres en el mundo de la pobreza y la miseria. Haznos participar en la novedad de tu propia vida de resucitado, y que nuestras vidas proclamen la felicidad que nos prometes y a la que nos llamas, porque tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos.

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios, Padre amoroso:
En la pobreza de nuestros corazones
tú nos das a tu Hijo Jesucristo
como nuestro alimento y nuestra bebida de vida.
Que él nos dé valor
para poner toda nuestra confianza y esperanza en él,
de modo que le sigamos, no de modo ciego,
sino con deliberación y conocimiento profundos
en su camino de lealtad y pobreza,
para que obtengamos con él tu felicidad
que permanece para siempre,
por los siglos de los siglos.

Introducción a la Plegaria Eucarística
    Demos gracias y alabanza a nuestro Padre del cielo, porque sabemos que estamos en sus manos. En él y por él tenemos vida y verdadera felicidad.

Introducción al Padre Nuestro
Con los que tienen hambre de pan, de amor y de felicidad,
roguemos al Padre del cielo con las palabras que su Hijo Jesús nos enseñó.
R/ Padre nuestro…

Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de la maldición
de poner nuestra confianza en nosotros mismos,
en nuestras posesiones, en nuestros propios planes,
en nuestros esquemas mundanos para lograr felicidad.
En cambio, danos la bendición
de caminar por tus caminos,
aunque nos parezcan inseguros,
de vivir desprendidos, aceptando nuestra pobreza,
y hambreando tu amor y tu verdad,
mientras aguardamos con gozosa esperanza
la venida gloriosa de Jesucristo resucitado,
Señor y Salvador nuestro.

Invitación a la Comunión
Este es el Señor, Jesús, que dijo:
“Dichosos ustedes que son pobres;
dichosos ustedes que ahora pasan hambre,
porque serán saciados”.
Dichosos  realmente nosotros,
invitados a la mesa del Señor
para llenarnos de su vida y bendición.
R/ Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Las palabras que hoy hemos escuchado de Jesús, tu Hijo,
son difíciles de oír y de aceptar;
van en contra de nuestra mentalidad humana.
Que tu Hijo nos haga sabios
con tu propia actitud interior y tu sabiduría
y que nos dé valor
para estar al lado de los pobres y de los que sufren,
para que nuestra insuficiencia humana
atraiga las riquezas de tu gracia,
que tú nos ofreces
por medio de Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Maldición o bendición… Elijan, dice Jeremías.
Felices ustedes… Ay de ustedes, dice Jesús, por medio del evangelista Lucas. Seamos conscientes de nuestra propia indigencia;  de  que,  después  de  todo, ante  Dios somos mendigos que tenemos que abrir nuestras manos y extender nuestros brazos hacia él,  para lograr una felicidad auténtica y duradera.
Que no nos diga nunca el Señor un “ay de ustedes” o una maldición, sino una bondadosa bendición.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

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