Liturgia Viva del Viernes de la XX Semana del Tiempo Ordinario
EL GRAN MANDAMIENTO
(Año II. Ez 37:1-14; Mt 22:34-40)
Introducción
Año II. En un tiempo en que muchos están confusos e inciertos con respecto al futuro de la Iglesia, e incluso del mundo, la profecía de Ezequiel es alentadora. Dios puede reavivar a su pueblo, soplar su Espíritu sobre huesos secos para que vuelvan a tener vida. ¿Acaso no es la vida de Cristo y su Santo Espíritu de amor quienes pueden hacer que la Iglesia y el mundo afronten el futuro con nueva esperanza?
Evangelio. En la Última Cena Jesús dijo: “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.” Él está hablando no precisamente de cualquier clase de amor, sino del amor con que él mismo amó a sus discípulos, es decir, un amor que llega hasta el final, que no pone condiciones, que sacrifica todo si es necesario por los otros. Este es el amor calificado como “con todo el corazón, con toda el alma” y tan fuerte o más que el amor a sí mismo, del que habla el evangelio de hoy. Esta es una tremenda tarea para el cristiano; tarea que nunca acabará. ¿Es éste el tipo de amor que nos mueve?
Oración Colecta
Señor Dios, Padre amoroso:
Tú te has vinculado a nosotros
con lazos de amor
y, en tus misteriosos designios,
quisiste que este amor apareciera entre nosotros
en forma y figura humana
en Cristo Jesús, tu Hijo.
Por nuestra parte, queremos que nuestro amor,
aunque limitado y vacilante,
refleje un poco la grandeza
del amor con que tú nos amas
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Intenciones
– Para que la Iglesia, pueblo de Dios, no deje nunca de proclamar que el amor a Dios y al prójimo es el corazón del evangelio, y que nuestros hermanos son don valioso de Dios para nosotros, roguemos al Señor.
– Que los hombres y mujeres no pierdan sus corazones en el ambiente materialístico de hoy día con sistemas económicos de provecho, eficiencia, producción y competición, sino que sigan otorgando la máxima importancia a las relaciones humanas de amistad, respeto, justicia y solidaridad, roguemos al Señor.
– Para que en nuestras comunidades cristianas nos aupemos y apoyemos unos a otros en vez de derribarnos; que nos aceptemos mutuamente con confianza y afecto sincero, y caminemos juntos en amor y esperanza, roguemos al Señor.
Oración de la Ofrendas
Señor Dios, Padre amoroso:
Tu mismo amor se nos mostró en forma humana
en tu Hijo Jesucristo, Dios hecho hombre.
Que en esta eucaristía
eleve él nuestro amor humano a tu nivel divino,
para que entre nosotros
el amor no sea ya nunca más
un “deber u obligación”,
sino nuestra alegría y nuestra vida,
por causa de Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro, Padre amoroso,
Todo amor digno de este nombre
comienza en ti, conduce a ti y acaba en ti.
Por el amor que nos has mostrado en tu Hijo Jesús,
convócanos a todos juntos
y que todo lo que hagamos
se convierta en un regalo y ofrenda
para ti y para los hermanos;
para que nuestro amor
sea más fuerte que la muerte
y así vivamos felices contigo para siempre,
por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: En esta eucaristía Jesús nos ha enardecido con su amor. Que su calor irradie en todos y cada uno de los que nos rodean.
Con la bendición de Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.