Liturgia Viva del Viernes de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario. San Juan XXIII, papa. Santa María Soledad Torres Acosta, virgen
FE, COMO LA DE ABRAHÁN
Introducción
Primera Lectura: Abrahán, padre nuestro en la fe, fue un hombre que vivió según el evangelio antes de que Jesús proclamase la Buena Nueva de salvación. Él confió en Dios: siguió la llamada de Dios sin cuestionar a Dios y sin pedir pruebas. Todo lo que consiguió fue una promesa en la que había que creer; y cuyo cumplimiento -tal como Dios le dijo más tarde – nunca vería personalmente.
Evangelio. En fuerte contraste con Abrahán, en tiempo de Jesús, el pueblo de la promesa le desafió al mismo Jesús y le cuestionó, especialmente los líderes religiosos. Incluso los signos de liberación del mal que Jesús les mostró no les impresionaron como signos en los que hay que creer. — ¿Cuál es nuestra actitud hacia los signos de la providencia de Dios en nuestras vidas?
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
La fe es lo más importante para salvarnos.
Lo sabemos, y sin embargo pedimos pruebas.
Ayúdanos a creer en ti al ver tus obras:
tu creación, tu poder,
tu bondad que encontramos en la gente.
Concédenos vivir con confianza
con la incierta certeza de la fe,
creyendo, esperando, amando y confiando,
porque nos has hecho libres
por Jesucristo nuestro Señor.
Intenciones
- Para que como Abrahán, nuestro padre en la fe, los cristianos nos pongamos confiadamente en las manos de Dios, roguemos al Señor.
- Para que por la gracia de Dios seamos rectos y bondadosos, de forma que seamos una verdadera bendición para nuestros hermanos, roguemos al Señor.
- Para que nuestros corazones no estén divididos, sino que tratemos de vivir sinceramente el evangelio, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Nuestra fe nos asegura
que Jesús tu Hijo,
presente ya en esta comunidad de fe,
se nos dará a sí mismo en persona
en estos signos de pan y vino.
Fortalece nuestra fe,
para que podamos sembrar y también cosechar
al lado de tu Hijo
y con él vivir en tu amor
ahora y por los siglos de los siglos.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Te damos gracias
por alimentar nuestra fe vacilante
con la palabra de tu Hijo
y con su pan que nos da fuerza.
Graba su mensaje en nuestros corazones
de forma que nunca pueda borrarse,
y mantennos en marcha
sin necesidad de ninguna prueba ni señal especial,
en la certeza de que tú nos amas
y de que, incluso en retos y pruebas,
tú nos llevarás a ti, a tu casa,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Los discípulos le pedían al Señor: “Señor, aumenta nuestra fe.” Éste debería ser nuestro grito desde el fondo del corazón. Pedimos al Señor una fe viva y profunda para que sepamos acogerlo en su palabra, y para hacer posible que su mensaje y su persona guíe nuestras vidas.
Que la bendición de Dios todopoderosos, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.