Liturgia Viva del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
DOMINGO 29 (Ciclo B)
- EL PODER ES PELIGROSO
- GRANDEZA POR MEDIO DEL SERVICIO
Saludo (Ver la Segunda Lectura)
Tenemos aquí entre nosotros
un Sumo Sacerdote capaz de sentir nuestras debilidades
y que fue tentado de todos las formas
como nosotros somos tentados,
aunque no tuvo pecado.
Que con su gracia y misericordia,
el Señor Jesús esté siempre con ustedes.
Introducción por el Celebrante
1. El Poder es Peligroso
¿Han notado ustedes cómo en su campaña para un puesto o cargo público la mayoría de los políticos emplean la palabra “servicio”? Ponen mucho énfasis en que quieren ser los servidores del pueblo, y ser elegidos para poder servir. Pero, una vez han sido ya elegidos, ¿a quién sirven? La mayoría, por lo general, se sirven primeramente a sí mismos y después obligan al pueblo a servirles.— Nunca debiera ser ésta la forma de actuar de la Iglesia. Los cristianos encargados de algún ministerio en la Iglesia y también los fieles ordinarios deberían tener la ambición de servirse los unos a los otros y, de esta manera, servir a Dios. Así actuó Jesús. Le pedimos hoy a él que sepamos seguir su camino.
2. Grandeza por medio del Servicio
No los que mandan como amos, ni los que buscan puestos de honor, promoción, privilegios, diplomas y medallas, son grandes conforme a los estándares de Jesús, sino los que saben servir. Servir es la “carrera” del cristiano. El siervo está a disposición de todos, comprende las debilidades de los demás, y los ve en sí mismo. Servir es a veces doloroso, pero solamente los que son capaces de sacrificarse por los demás y que no huyen de las dificultades tienen algo que contribuir al mundo. Aceptan ser como semillas que mueren para dar vida. Pidámosle a Jesús, que está aquí con nosotros, que nos ayude a servir con y como él.
Acto Penitencial
¡Cómo queremos que los demás nos sirvan!
Pidamos al Señor y a los hermanos
que nos perdonen de corazón.
(Pausa)
Señor Jesús: Tú nos dices:
Yo, su Señor y Maestro,
vine no para ser servido sino para servir.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús: Tú nos aconsejas
no imitar a los altos y poderosos
que hacen sentir al pueblo qué poderosos son.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús: Tú nos aseguras
que, si queremos ser grandes,
tenemos que servirnos los unos a los otros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
En tu bondad, perdónanos, Señor,
y danos la actitud interior y la fuerza
para servir a los otros desinteresadamente y con amor.
Y llévanos a la vida eterna.
Primera Lectura (Is 53,10-11): Servicio con Sufrimiento
El cuarto canto de Isaías sobre el Siervo Sufriente se cumple plenamente en Jesús. Con humildad y compasión, cargó sobre sí nuestros pecados y así posibilitó que nosotros sepamos servir a Dios y a los hermanos.
Segunda Lectura (Heb 4,14-16): Jesús, nuestra Fortaleza en la Debilidad
Jesús comprende nuestra debilidad, porque se encarnó como ser humano igual que nosotros. Él es nuestra fuerza y ayuda, porque es el Hijo de Dios.
Evangelio (Mc 10,35-45): Sirviendo con Jesús
La grandeza del cristiano consiste en su humilde servicio. Podemos aprender esto de las palabras y ejemplo de Jesús.
Oración de los Fieles
A Dios, que nos sirve de tantas maneras, pidámosle que queremos aprender de su Hijo Jesucristo a no evitar la molestia de servir, para evitársela a los demás. Respondamos a cada petición diciendo: R/ Señor, haznos siervos de tu amor.
- Por la Iglesia, para que sirva al mundo alzándose en favor de la justicia y la paz, y defendiendo la libertad y dignidad de la persona humana, roguemos al Señor.
- Por los que tienen autoridad en la Iglesia, para que no se vuelvan simples funcionarios, sino “ministros”, es decir, humildes “servidores” de sus hermanos, roguemos al Señor.
- Por nuestras familias cristianas, para que los padres, por su cuidado y servicio compartidos, preparen a sus hijos a prestar servicio a otros, roguemos al Señor.
- Por los muchos que nos sirven de diversas maneras para proveernos las cosas y la ayuda que necesitamos: -sirvientes, chóferes, enfermeras, técnicos y todos los demás, demasiados para nombrarlos a todos – para que les estemos siempre muy agradecidos, roguemos al Señor.
- Por nosotros y por nuestras comunidades, para que todos nosotros seamos menos exigentes y estemos muy atentos, los unos de los otros, y sirvamos con creces a las necesidades de los demás, roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, te pedimos que nos conviertas a las exigencias del evangelio. Ayúdanos a convertirnos en siervos, los unos de los otros, junto con el Siervo de todos, Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Mientras tu Hijo Jesús nos sirve a la mesa eucarística
en los signos de pan y vino,
nos pides beber con él la copa
de servicio sacrificado.
Que tu mismo Hijo nos colme con aquel amor
que solamente puede comprender
que ser grande es servir a otros
y utilizar nuestras vidas
para dar a nuestros hermanos más pobres
una oportunidad para vivir.
Y que no busquemos otra recompensa
que compartir el destino de Jesús
nuestro Señor y Salvador
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Levantemos nuestro corazón y nuestra voz para dar gracias a Dios por darnos a Alguien (Jesús) que experimentó nuestra debilidad y se hizo uno de nosotros para servirnos y salvarnos a todos, y para hacernos servir al Padre y servirnos los unos a los otros.
Invitación al Padre Nuestro
Oremos con Jesús a nuestro Padre del cielo
para que sepamos hacer su voluntad
y sirvamos a su reino. R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males.
Líbranos del deseo incontenible
de buscar puestos de honor y poder
a expensas de los otros.
Ayúdanos a pagar con nuestro servicio
el costo de la paz y el amor,
mientras esperamos con gozosa esperanza
la segunda venida gloriosa entre nosotros
de nuestro Salvador Jesucristo.
Invitación a la Comunión
Este es el cordero de Dios
que vino no a ser servido sino a servir
y pagar con su vida el precio de nuestra libertad.
Dichosos nosotros, invitados a compartir su mesa
y a aprender de él qué significa realmente “servir”.
Oración después de la Comunión
Oh Padre amoroso:
Tu hijo ha estado con nosotros
en esta celebración eucarística
como el sirviente de todos nosotros.
Que él disponga nuestros corazones
y nos dé valor
para comprender y aceptar a los otros,
para acompañarles en el camino de la vida,
para sufrir y compadecer sus penas,
regocijarse con sus alegrías
y llevar los unos las cargas de los otros,
para que él esté con todos nosotros
ahora y por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: El mensaje del evangelio de hoy es incómodo. El que se nos diga que tenemos que servir más que ser servidos, estar dispuestos a ahorrar molestias a los otros no ahorrándonoslas a nosotros mismos por el bien de los demás y a renunciar al deseo incontenible de poder, todo eso va contra el principio de nuestra arraigada actitud humana. Pero esta es la dura verdad con la que Cristo nos ha confrontado hoy. Como Cristo, pues, intentemos en nuestros hogares, en nuestras comunidades, en la Iglesia, gastarnos desinteresadamente por los demás, con la bendición de Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¡Vayamos a servir al Señor en su pueblo!