Liturgia Viva – Miércoles de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario
LA CASA DEL DIOS VIVIENTE
Introducción a la Primera Lectura: 1 Tim 3,14-16
La Iglesia es la comunidad del Dios Viviente, que hace visible a Cristo en el mundo. En un tiempo en que los cristianos no tenían templos o iglesias, Pablo habla de la Iglesia viva, el Cuerpo de los fieles, que deben dar testimonio de la verdad. Entonces cita un himno en honor a Cristo, el corazón mismo de nuestra fe. ¿Se hace Cristo ahora visible en nuestras comunidades? O, mejor dicho: ¿Lo hacemos nosotros visible y creíble?
Introducción al Evangelio: Lc 7,31-35
Sobre este pasaje del Evangelio, nos hace reflexionar Francisco invitándonos a preguntarnos cada uno: ¿Cómo quiero ser salvado? ¿A mi manera? ¿Con una espiritualidad que es buena, que me hace bien, pero tiene todo claro y no implica ningún riesgo? ¿O a la manera de Jesús, que siempre nos sorprende, que siempre nos abre las puertas a aquel misterio de la omnipotencia de Dios, que es la misericordia y el perdón?
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Tú llamas a la Iglesia a ser
como una casa abierta, una comunidad de acogida
en la que la gente puede encontrar a Jesús, tu Hijo.
Que este tu mismo Hijo continúe en nosotros
su lucha a muerte contra todo mal
y cambie el sufrimiento y la muerte
en manantiales de vida y alegría.
Y que así el mundo crea que él vive entre nosotros
y que él es el Señor que vive y reina
por los siglos de los siglos.
Intenciones
– Por todos nosotros, Pueblo de Dios, para que seamos más conscientes de que todos y cada uno de nosotros constituimos la Iglesia viva de Cristo, roguemos al Señor.
– Por nuestras comunidades cristianas, aun conscientes de que no somos perfectos, para que nos apoyemos unos a otros con mutua comprensión y con el mismo y único amor de Cristo, roguemos al Señor.
– Por nosotros mismos, para que seamos en este mundo el signo del constante amor, cuidado, santidad y bondad de Dios sobre nosotros, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Muéstranos lo que tú puedes hacer con nosotros,
aun siendo débiles y limitados.
Por medio del cuerpo y sangre de tu Hijo,
únenos y llévanos a la vida
como una comunidad de fe y amor.
Danos hambre y sed de tu reino de justicia y paz,
para que podamos revelar claramente al mundo
el rostro de tu propio Hijo,
Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Tú nos has invitado a venir a tu templo
y a sentirnos a gusto como en nuestra propia casa.
Por medio del cuerpo eucarístico de tu Hijo,
construye tú mismo nuestra casa familiar,
hecha no de madera o de cemento
sino de piedras vivas y humanas,
en la que todos sean bienvenidos
y en la que more definitivamente por el amor
Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro
por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Ojalá lleguemos a ser la comunidad del Dios Viviente, que hace visible a Cristo en el mundo. ¿Estamos lejos todavía de ese ideal? Que nos acerquemos lo más posible a él, con la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.