Santa Águeda, virgen y mártir
Mc 6,1-6. No desprecian a un profeta más que en su tierra
Liturgia Viva – Santa Isabel de Hungría
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
Introducción
Hija del rey de Hungría, Isabel fue entregada en matrimonio, a la edad de 14 años, al Conde de Turingia, en lo que se pudo llamar un matrimonio ideal. Dedicó la mayoría de su tiempo y los recursos económicos de su esposo a los pobres y enfermos. A la muerte de él, la alejaron del castillo, le arrebataron sus hijos y compartió la misma vida de los pobres a los que antes ayudaba. Murió muy joven, a los 24 años. Podemos aprender de ella lo que significa evangélicamente “ser pobre”.
Oración Colecta
Oh Dios, amante de los pobres:
Cólmanos con tu propio amor gratuito,
como nos lo mostraste en Santa Isabel de Hungría.
Enséñanos a amar y bendecir incluso a los que nos maltratan.
Profundiza y ensancha nuestro amor limitado,
y desarróllalo sin medida, como el tuyo,
para que nos llamemos y seamos de verdad hermanos,
ya que somos hijos e hijas tuyos, oh Dios altísimo,
por medio de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre bueno y compasivo:
Tú preparas para nosotros la mesa de tu Hijo
como signo de amor abierto a todos,
incluso y especialmente a los pobres.
Que, así como hemos aceptado tu invitación,
aceptemos también todas sus consecuencias,
para que tu amor compasivo
llegue a encarnarse en nosotros
–falibles y débiles como somos–
y pueda beneficiar a los más pobres y abandonados,
como lo hiciste por medio de Santa Isabel de Hungría,
cuya fiesta celebramos.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor, Dios nuestro, siempre acogedor:
Nos has permitido participar en la mesa de tu Hijo.
Que esto signifique para nosotros,
como para Santa Isabel de Hungría,
que debemos también compartir nuestra mesa
con los humildes y desposeídos,
incluso con gente difícil y no precisamente adorable.
Inspíranos para ayudarlos a levantarse
y a devolverles algo de lo que nadie puede prescindir:
la auto-estima, la auto-confianza
y el valor indestructible de seguir luchando
para ser verdaderamente personas humanas.
Concédenoslo por medio de Jesucristo nuestro Señor.
