Esperando la “buena noticia” de un Sínodo sin concluir
También la pareja matrimonial y la familia son objeto de atención pastoral (los bautizados) y misionera (los no bautizados) de la Iglesia. Si hoy se nos pide “conversión pastoral y misionera”, he aquí un ámbito importantísimo dentro de la Humanidad e Iglesia para que acontezca.
¿”Lo que Dios ha unido” (Mt 19,6)? ¡La pregunta!
Las palabras de Jesús “lo que Dios ha unido” (Mt 19,6) deberían conmovernos. Ellas revelan que millones y millones de uniones sentimentales, que millones y millones de pactos y de alianzas esponsales, tienen a Dios como principal protagonista. Esta es una foma inteligente de decir que Dios es Amor y que desea que Amor aliente y vivifique las relaciones esponsales.
“EROS” AGONIZA, “NARCISO” RENACE: Consideraciones actuales sobre el amor
Solemos evitar en nuestro discurso eclesiástico ordinario (y también en el lenguaje teológico) cualquier referencia al “eros”. Y más todavía dentro de las reflexiones que hacemos sobre la vida religiosa o consagrada. El voto de castidad es entendido y explicado de tal forma que se vuelve innecesaria cualquier referencia al amor erótico.
La magia de la triple conexión
Hoy entendemos muy bien lo que significa “estar conectados”. La “desconexión” nos priva de la energía disponible y de tantas relaciones que son posibles. Cuando nos trasladamos de un lugar a otro buscamos espacios de “cobertura” o de conexión.
¿Sin conclusión? ¡Tiempo perdido!
“¡Por favor, cierren los ojos!”. Este es el título de un librito de Byung-Chut Han, que todavía no ha sido traducido al español. Me ha impresionado su lectura, porque da nombre a inquietudes que me habitan, porque da claves para entender la desconfiguración que padecen nuestras sociedades y sus individuos, porque nos lleva a buscar otro tipo de “tiempo”.
¿Quien se distancia de quién?
El Documento de Trabajo preparado para la primera fase del Sínodo de los obispos sobre los “desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización” dedica el segundo capítulo entero a tratar sobre “el conocimiento y la recepción” del mensaje eclesial sobre el matrimonio y la familia.
La «Vocación dual»
En el lenguaje eclesiástico hemos olvidado frecuentemente que la esponsalidad y la paternidad o maternidad, el matrimonio, son una auténtica “vocación” humana y cristiana. La reivindicación de su carácter vocacional no deriva del deseo de una cierta “democratización” de la santidad, sino más bien del proyecto de Dios.
El elogio de la creatividad
Nos falta capacidad innovadora y creativa. Tendemos a repetirnos hasta la saciedad: los mismos tópicos y recursos, las mismas ideas y automatismos. Y cuando llega alguna novedad, se trata de una adaptación meramente superficial –¡puro maquillaje!-. Por eso, da la impresión de que llevamos siglos diciendo y haciendo las mismas cosas. La sensación de aburrimiento se apodera de nosotros.
Babel y Pentecostés
Vivimos en la sociedad de la información. Estamos “enredados” en múltiples redes sociales. Transmitimos muchos mensajes. Recibimos muchos mensajes. Resulta sorprendente y patética la imagen de un grupo de personas sentadas alrededor de una mesa y cada uno comunicándose a distancia mediante el móvil. Vivimos inundados de información, tanta que es imposible de digerir mínimamente. Además se trata de informaciones parcializadas, interesadas; nos trasmiten visiones subjetivas de la realidad.
Matrimonio cristiano: profecía en la sociedad líquida
Es reconocida por todos hoy la importancia de la familia en la misión evangelizadora como parte del Pueblo de Dios, y en la construcción del reino (LG, 34). La familia es fuerza de evangelización, santuario de la vida, don de Dios (Ecclesia in America, n. 46).
¿Donde están los religiosos está la alegría? “La tristeza es la polilla del alma”
La sociedad en la que estamos viviendo no es feliz. Expresión de ello es la indignación de quienes tratan de representar el “sentir de la gente” en los medios de comunicación (artículos, tertulias, entrevistas, manifiestos de partidos políticos). Peor es todavía echar una mirada al Parlamento, escenario del malhumor. ¡Cuánta tristeza, indignación circula por las bancada!