La boda, ¡qué pereza!
La pandemia está significando una puesta en cuestión de muchas rutinas y certidumbres de nuestras vidas. Habíamos dado por descontado el funcionamiento de muchos servicios; contábamos con muchas libertades. La pandemia ha afectado también de forma directa a la vida pastoral de las comunidades cristianas.
La imposible fidelidad
Cuando vivimos la difícil fidelidad nos surge espontáneamente la pregunta: ¿a qué quiero ser fiel? ¿Con qué me he comprometido en las promesas matrimoniales, en la profesión religiosa, en la ordenación presbiteral? ¿Con quién me he comprometido?
Fidelidad activa
La cultura actual es un canto contra la duración, el largo plazo, la fidelidad. Elogia constantemente la bondad de los cambios. Ha logrado hacernos creer que lo nuevo, por el hecho de serlo, es mejor y más verdadero.
La fidelidad cuestionada
Pero la cuestión que se plantea es: ¿a qué ser fieles? ¿A quién? ¿A uno mismo, a la persona del cónyuge, a el proyecto matrimonial diseñado juntos? ¿A la palabra dada el día de la profesión religiosa o de la ordenación ministerial? ¿A la promesa hecha en presencia de la familia, los amigos, la comunidad cristiana?
Testigos de amor para toda la vida
Dentro de un par de meses cumpliremos 52 años de casado y ha sido bueno reflexionar sobre qué comportamientos y actitudes, de los dos, vemos que vamos creciendo en nuestra relación matrimonial. Y lo hemos hecho a través de unas cartas que nos hemos dirigido y que tenemos el agrado de compartiros aquí.
Fidelidad, ¿merece la pena?
La fidelidad tiene mucho que ver con la identidad personal. Somos en cuando vamos siendo. Nos hacemos en el tiempo. La historia nos pertenece como dimensión de nuestra propia identidad. Somos seres humanos y, por ende, históricos, temporales.
La encina y el tilo
Es un mito griego. Habla de un matrimonio. Marido y mujer son ancianos. Y pobres. Se llaman Filemón y Baucis. Viven en una casa pobre, pero de puertas abiertas.
La boda, ¡qué pereza!
La pandemia está significando una puesta en cuestión de muchas rutinas y certidumbres de nuestras vidas. Habíamos dado por descontado el funcionamiento de muchos servicios; contábamos con muchas libertades. La pandemia ha afectado también de forma directa a la vida pastoral de las comunidades cristianas.
La imposible fidelidad
Cuando vivimos la difícil fidelidad nos surge espontáneamente la pregunta: ¿a qué quiero ser fiel? ¿Con qué me he comprometido en las promesas matrimoniales, en la profesión religiosa, en la ordenación presbiteral? ¿Con quién me he comprometido?
Fidelidad activa
La cultura actual es un canto contra la duración, el largo plazo, la fidelidad. Elogia constantemente la bondad de los cambios. Ha logrado hacernos creer que lo nuevo, por el hecho de serlo, es mejor y más verdadero.
La fidelidad cuestionada
Pero la cuestión que se plantea es: ¿a qué ser fieles? ¿A quién? ¿A uno mismo, a la persona del cónyuge, a el proyecto matrimonial diseñado juntos? ¿A la palabra dada el día de la profesión religiosa o de la ordenación ministerial? ¿A la promesa hecha en presencia de la familia, los amigos, la comunidad cristiana?