II DOMINGO DE ADVIENTO: (Is 11, 1-10; Sal 71; Rom 15, 4-9; Mt 3, 1-12)
Parece como si el profeta no fuera de este mundo, como si no tuviera experiencia de la sociedad, y viviera en un universo idílico. Y sin embargo, su visión adelanta lo que después dirá San Pablo: “Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.
I Sábado de Adviento: (Is 30, 19-21. 23-26; Sal 146; Mt 9, 35 – 10, 1. 6-8)
Si el profeta Isaías consuela a los deportados con palabras de esperanza, más allá de que se experimente escasez en la comida y bebida, ¡cuánto más deberemos acoger las palabras del profeta, si ya sabemos que la razón de todo consuelo es el nacimiento de Jesucristo!
I Viernes de Adviento (Is 29, 17-24; Sal 26; Mt 9, 27-31)
Quizá puedes interpretar que la profecía, que describe tanta belleza, es solo un deseo. Al contemplar las circunstancias políticas actuales de los territorios de Oriente Medio, no parece que coincida la descripción de Isaías con las noticias que nos llegan constantemente de aquellos países.
I Jueves de Adviento (Is 26, 1-6; Sal 117; Mt 7, 21. 24-27)
La humildad no es complejo de inferioridad, sino conocimiento de la propia verdad, lo que somos ante Dios. Con esta conciencia de criatura, a la hora de tratar con Él, tomamos la actitud de quienes son bendecidos por tener un corazón sencillo y una mente obsequiosa con la manifestación divina.
I Miércoles de Adviento: (Is 25, 6-10a; Sal 22; Mt 15, 29-37)
La Eucaristía es el banquete que sacia; no seamos como los invitados que rehúsan acudir a la fiesta. Las fiestas de Navidad, en resonancia con esta profecía, se celebran con abundancia de manjares y bebidas. Sería una paradoja que intentáramos saciarnos con alimentos materiales y no comiéramos del manjar mejor.
I Lunes de Adviento (Is 4, 2-6; Sal 121; Mt 8, 5-11)
Si gustas tu pertenencia a la Iglesia, si te sientes parte de ese resto que ha puesto su confianza en el Señor, y crees en la fuerza de la súplica, si no te avergüenzas de tu identidad cristiana, escucha la Palabra que hoy te dirige la liturgia.
Tres llamadas: V Martes de Cuaresma
Ante las dificultades, caben diversas reacciones: desde el enojo, al pesimismo; desde el hundimiento a la lucha; desde el derrotismo a la esperanza. Una reacción concorde con la fe es la oración, la relación trascendente con Dios, ante quien se expone la dificultad.
Tres llamadas: V Miércoles de Cuaresma
El que cree, aunque parezca que todo se le pone en contra, apuesta por Dios. El que cree, en tiempo de intemperie, no hace chantaje con la confesión de su fe, y se atreve a fiarse de Dios.
Tres llamadas: V Domingo de Cuaresma
La Iglesia nos prepara para afrontar el mayor reto, la Pasión del Señor, y lo hace trayendo ante nuestros ojos el poder de Dios, creador de la vida. El muro de la muerte aparece insuperable a los ojos humanos, pero Dios vence a la muerte.
Tres llamadas: IV Sábado de Cuaresma
Estamos siguiendo, día a día, las páginas de las Sagradas Escrituras que se refieren a los acontecimientos de la Pasión del Señor, y sorprendentemente, muchos de los textos propuestos unen unas escenas de confianza con otras de prueba y de sufrimiento.
Tres llamadas: III Jueves de Cuaresma
Cuando en nuestra desobediencia nos aferramos a nuestra voluntad, solemos justificar nuestra obstinación afirmando que Dios es terrible.