En las Escrituras Hebreas, esa parte de la biblia que llamamos el Antiguo Testamento, encontramos un fuerte desafío religioso a acoger al forastero, al extranjero. Esto fue recalcado por dos razones: Primera, porque, en otro tiempo, el pueblo judío mismo había sido extranjero e inmigrante. Sus escrituras continuaron recordándoles que no olvidaran eso. Segunda, ellos creían que la revelación de Dios, casi siempre, nos viene a través del forastero, en lo que es foráneo a nosotros. Esa creencia era integrante de su fe.
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Moralización amargada
Uno de los peligros inherentes a intentar pasar toda una vida de fidelidad cristiana es que somos propensos a volvernos moralizadores amargados, hermanos mayores del hijo pródigo, airados y celosos de la supergenerosa misericordia de Dios, amargados de que las personas que se descarrían y se pierden puedan acceder tan fácilmente a la mesa del banquete celestial.
El poder de Dios como impotencia
El novelista y ensayista francés Léon Bloy hizo una vez este comentario sobre el poder de Dios en nuestro mundo: “Parece que Dios se ha condenado hasta el fin de los tiempos a no ejercer ningún derecho inmediato de amo sobre criado ni de rey sobre súbdito. Podemos hacer lo que queremos. Él se defenderá sólo por su paciencia y su belleza”.
Acedia y Sabbat
Los primeros monjes cristianos creían en algo que llamaban Acedia. Más coloquialmente, lo llamaban El diablo de mediodía, un nombre que describe esencialmente el concepto.
Llevar nuestras heridas a la Eucaristía
Recientemente me vino un hombre pidiendo ayuda. Cargaba en su alma profundas heridas, no físicas sino emocionales. Lo que me sorprendió inicialmente fue que, aun estando profundamente herido, no había estado severamente traumatizado ni en su infancia ni en su adultez.
Ortodoxia, pecado y herejía
Recientemente, mientras iba de camino a impartir un seminario, tuve la oportunidad de ir a la Catedral de aquel lugar para asistir a la eucaristía del domingo, y me sorprendió la homilía. El sacerdote usó el texto evangélico donde Jesús dice: “Yo soy la viña y vosotros los sarmientos”,
Mis diez libros favoritos de 2013
“De gustibus non est disputandum” -que tiene su doble español en “De gustos no hay nada escrito”- es una famosa frase de san Agustín en la que sugiere que el gusto es algo subjetivo y lo que le atrae a una persona puede ser que no le guste a otra. Bajo ese dosel, me gustaría recomendaros los siguientes libros. De entre los que leí en 2013
Navidad: sus escabrosos orígenes y sucesión
Si alguien que nunca hubiera escuchado la historia de Jesús preguntara a cualquiera de nosotros sobre sus orígenes, empezaríamos, sospecho, con el relato de su anunciación y nacimiento y terminaríamos con la narración de su resurrección y ascensión. Mientras esto distrae su atención, este modo no es como los evangelios comienzan y terminan su narración.
Permanecer despiertos
Ninguno de nosotros vive cada día de su vida como si ese fuera el último. Nuestros pesares, dolores de cabeza, distracciones y ocupaciones nos llevan invariablemente al sueño. Eso es perdonable; es lo que significa ser humanos.
Toda lágrima acerca al Mesías
“La gente está siempre impaciente, pero Dios nunca tiene prisa”. Nikos Kazantzakis escribió estas palabras, que iluminan una importante verdad: Necesitamos ser pacientes, infinitamente pacientes con Dios. Necesitamos permitir a las cosas manifestarse en su propio tiempo, el tiempo de Dios.
Lealtades desviadas
Estoy seguro de que cualquiera que sea conocedor de la vida y escritos de Simone Weil convendrá en que era una mujer de excepcional fe. Era también una mujer con un firme compromiso con los pobres. Pero -y esto puede ser anómalo- era también excepcional y firme en cierta resistencia hacia la Iglesia institucional. En el transcurso de su vida, suspiraba por la Eucaristía diaria, aun cuando se resistía a recibir el bautismo y ser miembro de la Iglesia. ¿Por qué?